Hasta la finalización de la temporada 2018-19 los porteros tenían la obligación de mantener ambos pies en contacto con la línea de gol en el lanzamiento de un penalti. Esta era una norma muy exigente que adolecía de rigor sancionador, pues en la mayoría de penaltis lanzados, los guardametas se adelantaban, incluso con los dos pies por delante de la línea de gol. Solo en casos exagerados, y no siempre, el árbitro obligaba a repetir el lanzamiento.
La nueva norma aplicada desde la temporada 2019-20 exige que el portero tenga siempre un pie en contacto con la línea de gol en el momento del lanzamiento. Parecería que los porteros han salido ganando con este cambio, pero no es así, pues ahora la norma se aplica de manera estricta.
Es una vuelta de tuerca más que afecta al porcentaje total de paradas por parte de los cancerberos en los lanzamientos desde el punto de penalti. Así, en la temporada 2019-2020, en la Liga española, se sancionaron 135 penas máximas, y solo 17 de las mismas fueron detenidas por el portero, un 12,59% del total, un porcentaje sensiblemente menor al de anteriores temporadas.
Habrá que ver la evolución de la estadística a lo largo de unas cuantas temporadas, aunque todo indica que a la soledad del portero se le van añadiendo pesos adicionales que dificultan su tarea.
Muchas son las tretas utilizadas por los porteros a lo largo de la historia con el fin de desestabilizar al jugador que chutará un penalti. Desde moverse a lo largo de la línea de gol, acercarse al jugador que lanzará el penal y mirarle a los ojos para intimidarle, decirle algunas palabras para provocarlo, tocar el balón que ya ha sido colocado en el punto de penalti, señalar un lado de la portería indicando que será el lugar donde se va a estirar, etc.
Me atrevo a formular que hay que innovar nuevas maneras de enfocar la actitud del portero a la hora de intentar detener un penalti. Me vienen a la cabeza muchas ideas que nunca he visto poner en práctica a ningún cancerbero, ni siquiera en categorías de aficionados. Puede que no sea más que un devaneo mental, pero tal vez tuviese implicaciones insospechadas. Por intentarlo que no quede.
Se puede leer en las Regla de Juego Autorizadas por la International Football Association Board que el guardameta deberá permanecer sobre su propia línea de meta, entre los dos postes de la portería, pero sin tocar estos, ni el travesaño o la red, y frente al ejecutor del tiro hasta el golpeo del balón (…) El guardameta deberá tener al menos parte de un pie en contacto directo o sobre la línea de meta en el momento en que el lanzador chute el balón.
Se puede jugar con la interpretación de la regla, pues la frase permanecer sobre la línea de meta permite diferentes valoraciones, todas ellas aceptables: de pie, recostado, arrodillado, tumbado boca abajo, etc. Presupongo que muchos árbitros ante la aparición de nuevas estrategias podrían impedir, ante la duda, la utilización de las mismas, pero se estarían equivocando por exceso, ya que la regla es poco concreta.
Se trataría de sorprender al lanzador del penalti con una situación inesperada. Paso a exponer un ejemplo general que podría tener diferentes ramificaciones: el portero se colocaría dentro de la portería, con un pie tocando la línea de gol, con una posición corporal parecida a la que adopta un felino, inmerso en el espacio de la portería, atento al movimiento del lanzador, dispuesto a saltar sobre su presa.
Asimismo, al no estar prohibido por omisión del Reglamento, el guardameta con la finalidad de potenciar su estrategia, podría utilizar un taco de salida de atletismo, con el talón de la pierna situada dentro del espacio de la portería, presionando el taco, lo que daría todavía más impulso al cancerbero hacia su encuentro con el balón. No hay que descartar tampoco que ante la duda, los árbitros prohibiesen in situ la utilización de este artilugio.
Cuando el tirador del penal se encuentre a un paso del balón, es cuando el portero debería coordinar la acción entre ambos contendientes, de modo que justo en el momento del impacto, el guardameta tendría un pie en la línea de gol, pero a su vez, ostentaría un impulso adicional -por estar su cuerpo en movimiento hacia delante- que le permitiría una mayor capacidad de vuelo y por tanto, le otorgaría más posibilidades de detener la pena máxima.
Además de eso, el aspecto psicológico también entraría en escena, pues nada teme más un lanzador que ver como el portero se agranda al reducir la distancia entre el cancerbero y la pelota, y en el caso que expreso, el portero aceleraría este proceso más que en otras circunstancias, al provenir de una posición agachada que daría más contundencia a su aparición.
Es evidente que a resultas de esta práctica se entraría en un juego de poder en el que el lanzador y el portero jugarían sus cartas. En el caso del lanzador apurando hasta el último instante el momento del impacto con el balón, esperando el vuelo anticipado del portero, en lo que sería una aproximación a la paradinha, limitada en sus excesos desde el Mundial 2010.
El portero en cambio, desde su posición de acecho, debería tener la paciencia de esperar el momento óptimo para darse impulso e intentar cazar el balón.
Es probable que si algún portero tuviese el atrevimiento de poner en práctica esta estrategia u otra que quebrantara lo asumido por todos, sufriese una presión extra si no fuese capaz de parar al menos uno de cada cinco lanzamientos.
De ser mayor el porcentaje de paradas y el número de guardametas que utilizaran astucias parecidas, el asombro que se tendría desde la International Football Association Board, tendría un probable efecto inmediato: el delimitar con más detalle la regla del portero, ya sea aceptando y dejando constancia de los hechos, o con la eliminación de la nueva opción transgresora.
Los paradigmas se instalan en las mentes y se perpetúan hasta que alguien tiene la suficiente capacidad de imaginar algo diferente y demostrar su mayor efectividad. Entonces el paradigma se derrumba y toda la extensa bibliografía que lo reforzaba, pasa a mejor vida.
Quiero mencionar como ejemplo la evolución del salto de altura. Desde el simple salto de frente o de costado, doblando las piernas, al estilo tijera, hasta llegar al rodillo costal, que durante más de cincuenta años prevaleció como sistema único.
De pronto, en los Juegos Olímpicos de 1968, celebrados en México, Fosbury reventó todos los esquemas, saltando de espaldas al listón, pasando primero la cabeza y los hombros. Ahora es el método practicado por los atletas de salto de altura de manera absoluta.