domingo, 28 de marzo de 2021

PENALTI (IV)

Hasta la finalización de la temporada 2018-19 los porteros tenían la obligación de mantener ambos pies en contacto con la línea de gol en el lanzamiento de un penalti. Esta era una norma muy exigente que adolecía de rigor sancionador, pues en la mayoría de penaltis lanzados, los guardametas se adelantaban, incluso con los dos pies por delante de la línea de gol. Solo en casos exagerados, y no siempre, el árbitro obligaba a repetir el lanzamiento.

La nueva norma aplicada desde la temporada 2019-20 exige que el portero tenga siempre un pie en contacto con la línea de gol en el momento del lanzamiento. Parecería que los porteros han salido ganando con este cambio, pero no es así, pues ahora la norma se aplica de manera estricta.

Es una vuelta de tuerca más que afecta al porcentaje total de paradas por parte de los cancerberos en los lanzamientos desde el punto de penalti. Así, en la temporada 2019-2020, en la Liga española, se sancionaron 135 penas máximas, y solo 17 de las mismas fueron detenidas por el portero, un 12,59% del total, un porcentaje sensiblemente menor al de anteriores temporadas.

Habrá que ver la evolución de la estadística a lo largo de unas cuantas temporadas, aunque todo indica que a la soledad del portero se le van añadiendo pesos adicionales que dificultan su tarea.

Muchas son las tretas utilizadas por los porteros a lo largo de la historia con el fin de desestabilizar al jugador que chutará un penalti. Desde moverse a lo largo de la línea de gol, acercarse al jugador que lanzará el penal y mirarle a los ojos para intimidarle, decirle algunas palabras para provocarlo, tocar el balón que ya ha sido colocado en el punto de penalti, señalar un lado de la portería indicando que será el lugar donde se va a estirar, etc.

Me atrevo a formular que hay que innovar nuevas maneras de enfocar la actitud del portero a la hora de intentar detener un penalti. Me vienen a la cabeza muchas ideas que nunca he visto poner en práctica a ningún cancerbero, ni siquiera en categorías de aficionados. Puede que no sea más que un devaneo mental, pero tal vez tuviese implicaciones insospechadas. Por intentarlo que no quede.

Se puede leer en las Regla de Juego Autorizadas por la International Football Association Board que el guardameta deberá permanecer sobre su propia línea de meta, entre los dos postes de la portería, pero sin tocar estos, ni el travesaño o la red, y frente al ejecutor del tiro hasta el golpeo del balón (…) El guardameta deberá tener al menos parte de un pie en contacto directo o sobre la línea de meta en el momento en que el lanzador chute el balón.

Se puede jugar con la interpretación de la regla, pues la frase permanecer sobre la línea de meta permite diferentes valoraciones, todas ellas aceptables: de pie, recostado, arrodillado, tumbado boca abajo, etc. Presupongo que muchos árbitros ante la aparición de nuevas estrategias podrían impedir, ante la duda, la utilización de las mismas, pero se estarían equivocando por exceso, ya que la regla es poco concreta.

Se trataría de sorprender al lanzador del penalti con una situación inesperada. Paso a exponer un ejemplo general que podría tener diferentes ramificaciones: el portero se colocaría dentro de la portería, con un pie tocando la línea de gol, con una posición corporal parecida a la que adopta un felino, inmerso en el espacio de la portería, atento al movimiento del lanzador, dispuesto a saltar sobre su presa.

Asimismo, al no estar prohibido por omisión del Reglamento, el guardameta con la finalidad de potenciar su estrategia, podría utilizar un taco de salida de atletismo, con el talón de la pierna situada dentro del espacio de la portería, presionando el taco, lo que daría todavía más impulso al cancerbero hacia su encuentro con el balón. No hay que descartar tampoco que ante la duda, los árbitros prohibiesen in situ la utilización de este artilugio.

Cuando el tirador del penal se encuentre a un paso del balón, es cuando el portero debería coordinar la acción entre ambos contendientes, de modo que justo en el momento del impacto, el guardameta tendría un pie en la línea de gol, pero a su vez, ostentaría un impulso adicional  -por estar su cuerpo en movimiento hacia delante- que le permitiría una mayor capacidad de vuelo y por tanto, le otorgaría más posibilidades de detener la pena máxima.

Además de eso, el aspecto psicológico también entraría en escena, pues nada teme más un lanzador que ver como el portero se agranda al reducir la distancia entre el cancerbero y la pelota, y en el caso que expreso, el portero aceleraría este proceso más que en otras circunstancias, al provenir de una posición agachada que daría más contundencia a su aparición.

Es evidente que a resultas de esta práctica se entraría en un juego de poder en el que el lanzador y el portero jugarían sus cartas. En el caso del lanzador apurando hasta el último instante el momento del impacto con el balón, esperando el vuelo anticipado del portero, en lo que sería una aproximación a la paradinha, limitada en sus excesos desde el Mundial 2010.

El portero en cambio, desde su posición de acecho, debería tener la paciencia de esperar el momento óptimo para darse impulso e intentar cazar el balón.

Es probable que si algún portero tuviese el atrevimiento de poner en práctica esta estrategia u otra que quebrantara lo asumido por todos, sufriese una presión extra si no fuese capaz de parar al menos uno de cada cinco lanzamientos.

De ser mayor el porcentaje de paradas y el número de guardametas que utilizaran astucias parecidas, el asombro que se tendría desde la International Football Association Board, tendría un probable efecto inmediato: el delimitar con más detalle la regla del portero, ya sea aceptando y dejando constancia de los hechos, o con la eliminación de la nueva opción transgresora.

Los paradigmas se instalan en las mentes y se perpetúan hasta que alguien tiene la suficiente capacidad de imaginar algo diferente y demostrar su mayor efectividad. Entonces el paradigma se derrumba y toda la extensa bibliografía que lo reforzaba, pasa a mejor vida.

Quiero mencionar como ejemplo la evolución del salto de altura. Desde el simple salto de frente o de costado, doblando las piernas, al estilo tijera, hasta llegar al rodillo costal, que durante más de cincuenta años prevaleció como sistema único.

De pronto, en los Juegos Olímpicos de 1968, celebrados en México, Fosbury reventó todos los esquemas, saltando de espaldas al listón, pasando primero la cabeza y los hombros. Ahora es el método practicado por los atletas de salto de altura de manera absoluta.

 

miércoles, 24 de marzo de 2021

LA PARADOJA DE SUÁREZ

El pasado mes de Agosto, el delantero uruguayo Luis Suárez finalizó su trayectoria como jugador del FC Barcelona después de 6 temporadas, en las cuales el club azulgrana ganaría 4 Ligas, 4 Copas, 1 Champions League, 1 Supercopa de Europa, 1 Mundial de Clubes y 2 Supercopas de España.

Como no podría ser de otra forma, la polémica en el entorno giró alrededor a distintas temáticas y consideraciones relativas a su impactante salida, muchas de ellas más de tipo emocional que no racional, pero entendibles habida cuenta de la gran dimensión que abarcaba el jugador en el universo azulgrana.

Pasados ya unos meses desde aquel entonces, parece razonable reflexionar sobre el tema con la perspectiva y los datos que ofrece el paso del tiempo.

Auténtico hombre de área e insuperable en el remate instintivo, los orígenes en el juego callejero de Suárez encajaron a la perfección con lo que necesitaba el FC Barcelona en el incipiente proyecto de Luis Enrique, que pasaría a la historia con uno de los mejores tridentes creativos que se recuerdan, el de Messi, Neymar y Suárez.

A nivel individual, el talento realizador de Suárez se confirmaría con todos los reconocimientos cosechados a lo largo de su dilatada trayectoria:

3 veces máximo goleador en competiciones de Liga europeas distintas -Holanda, Inglaterra y España- logro que solamente ostentan él y Ruud Van Nistelrooy, 2 Botas de Oro, tercer goleador histórico del FC Barcelona o máximo artillero en la historia de la selección de Uruguay. Cifras al alcance de muy pocos goleadores, que certifican su posición de auténtico crack mundial sin discusión.

Sin embargo, se evidencia una paradoja cuando se analizan sus números absolutos en relación a los goles anotados, dado que sus registros son significativamente distintos  si se comparan las 2 competiciones nacionales principales por excelencia (Liga y Copa) con la Champions League.

Así, al llevar a cabo un recuento de las cifras goleadoras de Suárez desde su fichaje por el Ajax de Ámsterdam en 2007 hasta la presente temporada 2020-21 en el Atlético de Madrid, se pone de manifiesto que a nivel de competiciones nacionales, los números absolutos de Suárez en relación al gol son excelentes, con una dinámica muy regular en sus resultados, obteniendo una media de 0.65 goles por partido durante todos estos años.

(Ajax: 0.74 goles por partido en liga y 1 en Copa, Liverpool FC: 0.63 goles por partido en liga y 0.6 en Copa, FC Barcelona: 0.77 goles por partido en Liga y 0.7 en Copa, y Atlético de Madrid: 0.76 goles por partido en liga y 0 en Copa, si bien esta cifra es aún provisional al restar aún diez partidos de Liga por disputarse).

El mismo ejercicio comparativo aplicado a sus registros en competición continental nos depara diferencias sustanciales, en la medida que sus números totales -absolutos- están significativamente por debajo de la media goleadora obtenida entre Liga y Copa, alcanzando la cifra 0.36 goles por partido.

Tanto con el conjunto neerlandés como con el equipo red, Luis Suárez firmó una media de 0.5 goles por partido. Cifras casi idénticas a las obtenidas durante su estancia en el FC Barcelona, en el cual obtendría una media realizadora de 0.45 goles por partido. Por último, en esta misma edición de la Champions en el club colchonero, Suárez no llegó a marcar ningún gol.

Es de justicia destacar que en sus 2 primeras temporadas como parte integrante del conjunto azulgrana, Suárez alcanzó unas cifras de gol sobresalientes en competición europea -0.7 goles por partido en la temporada 2014-15 y de 0.88 goles por partido en la 2015-16- siendo aquellas las 2 mejores temporadas en los 3 años con Luis Enrique como técnico del equipo.

El indiscutible declive de sus registros goleadores europeos es una de las claves explicativas del porqué el FC Barcelona encadenó decepciones en la Champions League. Sin duda, que Luis Suárez viera reducidas sus prestaciones realizadoras se explica no sólo por un déficit individual, sino también en relación a las escasas prestaciones tácticas y ofensivas que el equipo fue capaz de brindar en partidos de eliminatorias europeas.

En este sentido, es inconcebible que un jugador de su contrastada calidad no haya marcado un gol como visitante en competición europea desde Septiembre de 2015 en el estadio de la Roma.

De todo ello se desprende algo que ya se intuía pero que la arbitrariedad tramposa de la estadística pone de manifiesto: que Suárez es un excelso rematador, muy probablemente uno de los mejores de la historia, que sus registros anotadores en competiciones nacionales son fabulosos y que, en contrapartida, sus prestaciones como artillero en la Champions League, donde en las eliminatorias los goles en campo contrario son cruciales, llevan demasiado tiempo no estando a la altura de su descomunal talento rematador.

jueves, 18 de marzo de 2021

JAQUE AL FÚTBOL

Ya quedan atrás los tiempos en que los árbitros eran denominados trencillas e iban con una indumentaria más propia de la servidumbre que la de un juez con mando en plaza.

Con el paso del tiempo se les condonó en algo el vasallaje y pasaron a ser denominados colegiados. Para entonces ya iban con un atuendo negro, en una anunciación luctuosa de malos presagios.

Guardo en la memoria su manera de corretear por el terreno de juego, muchos de ellos denotando que se hicieron árbitros porque no podían ser practicantes de ningún deporte, con un trote cochinero que les distinguía, con aspecto desvencijado, con el pantalón demasiado ajustado -en la mayoría de los casos por unas anatomías forjadas en los restaurantes de cada ciudad donde iban a arbitrar-, y sabedores que eran el crisol semanal en el que incidían todas las escorias sociales.

En definitiva, del mismo modo que en una rueda de reconocimiento casi siempre se acierta con el delincuente, si hubiese que identificar a los árbitros de décadas pasadas, el porcentaje de acierto sería muy alto. Su tipología les hacía acreedores de una categoría indiscutible en la clasificación de los individuos.

Fue en el Mundial del año 1994, celebrado en Estados Unidos, cuando los árbitros cambiaron el ropaje de duelo por un arco iris de colores. Desde entonces, de manera lenta y constante, el mundo arbitral ha conseguido dar un giro a su precaria situación; han pasado de ser los parias, los aporreados sin clemencia, a convertirse en una casta dispuesta a infligir un daño mayúsculo al fútbol. Son el caballo de Troya infiltrado en el mundo del fútbol.

Muchos árbitros son apolíneos, metrosexuales, atléticos, capaces de correr más y mejor que algunos jugadores. Hasta aquí nada que objetar. El árbitro ya no es aquel ser al que nadie respetaba, objeto de burla durante las veinticuatro horas del día. Es probable que el grado de sumisión de aquellos hombres de luto, expuestos a la mazmorra pública, haya mutado hacia dominantes alfa, hombres seguros de sí mismos, hijos de esclavos con aspiraciones de llegar a la presidencia.

En cualquier caso es justo reconocer el mérito de haber dado la vuelta a una condición humillante, aunque la cruz de la moneda esconde algo fundamental: la capacidad intelectual y moral de los dirigentes arbitrales es inversamente proporcional a su nueva condición.

Tiempo atrás, cualquier decisión errónea de un colegiado podía justificarse por su atolondramiento ante una grada enfervorizada, o por no haber visto lo que casi todos habían observado. Era el error arbitral, el error humano que había que aceptar, un mal menor que en una competición daba y quitaba sin mala intención. Eso decían, aunque muchos sabíamos que en demasiadas ocasiones el argumento era falso.

Con la llegada del VAR, todos los que éramos sabedores del fraude arbitral llegamos a pensar que las maldades oportunas se iban a terminar. Han pasado los meses y asistimos atónitos a la manipulación del VAR, habiéndose llegado a tal nivel de abyección que ya he cerrado el televisor varias veces, prefiriendo dejar de ver el partido antes que dar veracidad con mi condición de telespectador a las fantochadas arbitrales.

La retahíla de jugadas absurdas que terminan siendo decisivas por las decisiones tomadas desde el VAR jornada tras jornada, han convertido el fútbol en una secuencia de disparates, tales como penalizar cualquier leve contacto, cuando el fútbol siempre ha sido un deporte de contacto.

Se ha perdido la decencia, el sentido del juego, el respeto al aficionado y la cordura. Que un grupo de grumetes se hayan apoderado del trasatlántico del fútbol para imponer sus sandeces de acuerdo a sus intereses, preferencias o malas interpretaciones del juego es lamentable.

En sus decisiones absurdas han arrastrado a los jugadores a pervertir todavía más el juego, de manera que ahora nos encontramos con constantes simulaciones de agresiones, de faltas, con exageraciones al mínimo contacto, sembrando la duda en el árbitro que con la ayuda del VAR decidirá cualquier estupidez.

El árbitro ya no se equivoca, pues tiene la espalda protegida por el VAR, gente de su misma calaña que mañana estarán en el terreno de juego mientras que su relevo en la sala VOR será tomado por otro compañero. Es un mundo endogámico, de compinches, que han encontrado la llave que les ha permitido crear un mundo paralelo y corromper el fútbol.

Hasta que el VAR no sea dirigido por gente profesional ajena al mundo arbitral, el fútbol vivirá un constante simulacro de competición, no será más que una elaboración edulcorada y de mal sabor, un sucedáneo del magnífico elixir que es el fútbol cuando se juega y regula de manera honesta y cabal.

El Gran Hermano de Orwell ha llegado al fútbol: las cámaras lo ven todo y los que habitan en la sala VOR analizan y deciden lo que van a mostrar, de tal modo que el sesgo de sus decisiones tienen la apariencia de justicia, pero en realidad es una exhibición de falsas verdades, de mentiras piadosas y de verdades a medias.

En conclusión, han convertido una herramienta que podría haber sido muy positiva para aplicar justicia en el fútbol, en un capricho de dementes que por el hecho de haber llegado hasta el altar están cerca de creerse dioses.

 

UNA CENA MUY ORIGINAL

Los integrantes de masalladelgol-colectivopessoa , seudónimos anónimos agazapados detrás de heterónimos invisibles, hemos llegado a la con...