viernes, 23 de diciembre de 2022

ECOS FALSARIOS DE UN MUNDIAL

Después de que Leo Messi haya ganado la Copa del Mundo de Fútbol, con Argentina, quiero hacer énfasis en determinadas circunstancias que resultan insoslayables para comprender mejor el relato subyacente de los hechos.

En primer lugar hay que incidir en la muerte de Maradona, el 25 de noviembre de 2020. Ante la funesta noticia, Messi se encontró por primera vez en su vida sin la lupa de la leyenda en su nuca, un observador que a buen seguro le coartaba, tanto a él como a los entrenadores de la Selección Argentina.

Cuando Scaloni fue designado como seleccionador, Maradona no tardó en realizar unos comentarios que cuestionaban la capacidad del nuevo míster. Con su muerte se sepultaron para siempre unas apariciones que señalaban y daban forma al próximo fracaso. Podría decirse que Maradona era un mal fario que entorpecía cualquier proyecto.

Desde junio de 2021, Messi participó en la Copa América, finalmente celebrada en Brasil, sin asistencia de público en los estadios. En plena competición, el 30 de junio de 2021, Messi dejó de pertenecer al FC Barcelona, siendo así que por primera vez desde su llegada a Barcelona, Messi se encontró huérfano como azulgrana, además de haber enterrado al padrastro deportivo medio año antes. En esta situación de desamparo, Messi se integró más que nunca en la tribu argentina, metamorfoseando su personalidad, contaminándose como nunca del desespero argentino.

El resultado fue que Argentina ganó en la final de la Copa América a Brasil, por 1-0, en uno de los partidos más fraudulentos de la historia, con Neymar recibiendo patadas a un nivel desconocido.

Un Messi liberado reconoció la calidez del nuevo orfanato, intuyendo que existen asociaciones malditas, constelaciones planetarias que llevan al ocaso, mientas que otras encuentran resquicios en el astral de la historia.

Luego, a primeros de agosto de 2021, Messi se encontró con la traición de Laporta -lo que le supuso un dolor necesario, aunque en su fuero interno algo le decía que era lo mejor que podía haberle ocurrido-, lo que le llevó a firmar, el 10 de agosto de 2021,  por el PSG, siendo este punto crucial para explicar la culminación del Mundial de Qatar.

En el Fausto de Goethe, el escritor pone en boca de Mefistófeles una frase que sirve para entender mejor los acontecimientos: Estos idiotas nunca entenderán cómo van encadenados mérito y suerte. Mefistófeles como encarnación refinada del mal ha encontrado en la era moderna su hábitat, su modo de influir en el devenir de la humanidad.

Nunca antes en la historia de los Mundiales de Fútbol ha habido un mayor consenso que el manifestado por una gran parte de los aficionados durante el Mundial de Qatar: el deseo de que Leo Messi ganase por fin un Mundial.

Incluso aficionados de selecciones que querían ganar el Mundial, una vez eliminados sus equipos, no dudaron en cerrar filas en torno a este designio, en parte natural por las simpatías que genera Messi, y en parte forzado, pues desde el centro de poder de Qatar se puso en marcha una maquinaria precisa para que este objetivo fuese el más probable en su desenlace.

Durante el Mundial de Qatar, Argentina ha jugado en general un buen fútbol, armónico en todas sus líneas, tácticamente sencillo aunque con las ideas muy claras, con un Messi batiendo todo el frente de ataque, listo para lanzar a los dos delanteros. El trabajo de Scaloni ha priorizado un solo talento, el de Messi, siendo el resto de jugadores peones para culminar un propósito.

La racha de partidos sin perder con la que se presentó Argentina en Qatar, fue de treinta y seis partidos (veinticinco triunfos y once empates), incluyendo la Copa América 2021 y la Finalíssima 2022 ante Italia. Es un gran bagaje que dejaba bien a las claras que el equipo argentino había encontrado un modo de jugar, con un Messi más relajado después de haber ganado la Copa América.

A lo largo de la trayectoria de Argentina en el Mundial, la albiceleste se ha visto beneficiada con cinco penaltis a favor         -récord histórico de los Mundiales- cuatro de los cuales sirvieron para mover el 0-0, algunos de ellos muy discutibles o simplemente inventados. Asimismo, frente a Holanda, Paredes debería haber sido expulsado, primero por doble tarjeta amarilla, y acto seguido por un balonazo contra el banquillo holandés. El árbitro español Mateu Lahoz, se encontró con un partido muy difícil y si algo no hizo fue perjudicar a los argentinos, perdonando una tarjeta a Messi por una mano muy clara. No obstante, Messi y los suyos se encargaron de cargar las tintas  hasta el punto de que Mateu Lahoz tuvo que hacer las maletas y volver a casa. El mensaje estaba claro: todo aquel que no ayude a Argentina, se marcha del Mundial.

Ha habido tanta benevolencia por parte de periodistas y comentaristas ante las evidencias de una Argentina llevada en volandas, además de la sustracción sospechosa de imágenes del VAR que fueron obviadas a pesar de lo que se  había visto en el terreno de juego -por ejemplo, otra entrada criminal de Paredes a Camavinga en la final contra Francia-, que es fácil llegar a la conclusión que desde los grandes estamentos había una dirección muy marcada en el sentido de que Argentina fuese la campeona del Mundial.

Messi, refugiado en el clan, viendo como todos los clavos encajaban en un trono hecho a su medida, mostró durante el Mundial su faz más rencorosa y excesiva, completamente ajeno al sentido de deportividad, dejándose llevar por un viento a favor que ha empujado en todas las direcciones posibles.

Argentina es un país enloquecido y quebrado. Un país que ha pasado de unos confinamientos salvajes a una explosión en las calles, en una fiesta propia de auténticos dementes. Messi por fin podrá arrancar de su cabeza tantas frustraciones, pudiéndose emborrachar de gentío y de aceptación patriótica.

No obstante, en todo este proceso de fama y reconocimientos hay algo que Leo Messi ya sabe que ha perdido. Rodeado de indigentes intelectuales y contaminado por una vulgaridad excesiva, Messi ha perdido cualquier atisbo de inocencia.

 

jueves, 8 de diciembre de 2022

FIN DE CICLO

Después de que España haya quedado eliminada por Marruecos en la tanda de penaltis, creo que ha llegado la hora de que Luis Enrique abandone la Selección Española.

Antes que nada quiero advertir que tengo en aprecio al Luis Enrique persona y que lo valoro como entrenador. Le considero un hombre valiente, con una gran capacidad motivadora y con las ideas muy claras, aunque peca de insistir demasiado en sus errores.

Mi opinión se  basa en primer lugar en razones estrictamente futbolísticas, pues el mediocre partido jugado contra Marruecos, disipa todas las posibles dudas, tanto por el juego en sí, como por la manera de afrontar el partido.

España no mereció ganar ni perder. Antes de empezar el partido, la posible tanda de penaltis tenía una alta probabilidad de suceder, pero la realidad resultó mucho peor, pues la notoria incapacidad para crear jugadas de ataque fue bochornosa, acentuada por una actitud impropia en Luis Enrique.

El asturiano habría preferido mil veces vérselas contra Croacia antes que con Marruecos. Un partido contra los balcánicos habría dado más opciones de jugar a lo que quiere España que contra los árabes. Incluso una derrota contra los ajedrezados pudiera haberse visto como una derrota dulce, según como hubiese ido el partido.

En cambio perder con Marruecos resultaba inaceptable. Es por esta razón que Luis Enrique dejó de ser quien es por unas horas, pues antes que nada quiso preservar la imposibilidad de perder, mucho más que la búsqueda de la victoria. Especulando, valorando que su equipo era mejor que el de Walid Regragui, pedía cabeza a sus jugadores, mientras los minutos se escapaban sin remedio, en un trasiego inoperante del balón.

Lo ocurrido en la tanda de penaltis fue un esperpento inadmisible. Sacar a Sarabia pocos minutos antes de terminar la segunda parte de la prórroga para que iniciase el reto desde los once metros, fue un decisión errónea, pues Sarabia se encontraba frio y sin confianza. El lanzamiento siguiente, de Carlos Soler, fue lamentable, pareció que entrenaba al portero rival. Para terminar, en el tercer lanzamiento, hay que ver el movimiento de piernas, la carrerilla de jugador veterano, agotado hasta la extenuación, de Sergio Busquets, con un disparo que más pareció un pase al portero que la acción de tirar un penalti trascendental.

En este aspecto, la responsabilidad de Luis Enrique es absoluta, la demostración de que hay facetas de su trabajo que deja al albur.

Al margen de lo comentado, quiero incidir en que la presencia en la Selección de Eric García fue una broma de mal gusto. Nunca lo reconocerá, pero tengo la impresión que Luis Enrique se lo llevó a Catar a pesar de tener la certeza de que no lo iba a utilizar. Su plaza habría podido ser para Borja Iglesias, un jugador que hubiese aportado al equipo unas características diferentes a las del resto, un recurso puntual para situaciones de bloqueo como las acaecidas ante Marruecos.

Asimismo, no encuentro apropiado que llevase a la Selección al novio de su hija, a no ser que el futuro yerno marcase las diferencias de un modo indiscutible con el resto de jugadores. No es el caso de Ferrán Torres, un jugador que tiene su valor, especialmente si arranca desde la izquierda, pero que pierde efectividad situado a la derecha.

Lo de Ansu Fati también se merece un comentario aparte. Luis Enrique apostó por el recuerdo de un jugador que sorprendió a todos antes de su grave lesión, pero desde su vuelta ha sido más una esperanza que una realidad. Habría sido más justo que su plaza la ocupase Iago Aspas.

Para terminar, también incide en mi diagnóstico la tremenda exhibición que ha hecho Luis Enrique en las redes sociales, en una demostración de histrionismo elevado a la quinta potencia, algo inaudito que puede hacer gracia a muchos, pero que no se ajusta con el cargo de Seleccionador.

 

sábado, 3 de diciembre de 2022

EL PATROCINIO

Dejando a un lado el seguimiento e interés estrictamente deportivo que brinda la celebración de una Copa Mundial, algo que incluye un gran abanico de posibles análisis, que van desde el porqué de las eliminaciones de Alemania o Bélgica, o el papel que están desarrollando los combinados neerlandés y español bajo la tutela de Van Gaal y de Luis Enrique respectivamente, debemos centrarnos en los aspectos trágicos que han anticipado la disputa del torneo futbolístico.

Así, más allá del gozo del aficionado al fútbol, y dadas las múltiples polémicas que giran alrededor de la actual Copa Mundial que se está disputando en Catar, en este artículo se hará mención a la gran siniestralidad laboral habida desde el inicio de las obras de construcción para los seis nuevos estadios de fútbol. Se calcula que el gasto total para las obras giró alrededor de unos 5700 millones de euros.

Con todo, en el estudio llevado a cabo por la Confederación Sindical Internacional (CSI) en diciembre de 2015, se denunciaban las execrables condiciones de trabajo de los obreros asiáticos, y en el mismo destacaba la aparición de la palabra kafala, que en nuestras latitudes ha llegado en cuentagotas, y en todo caso, muy recientemente, a medida que se acercaba la celebración del evento.

En su traducción del idioma árabe, kafala significa garantizar y remite a la condición de patrocinio, que a la práctica no es más que un sistema de esclavitud contemporáneo. Básicamente, este se explica por la presencia de un contratante catarí que tiene un control y dominio absoluto sobre el contratado foráneo.

Este deja de tener poder decisorio sobre su pasaporte, que le es confiscado, lo cual significa que no tiene ninguna libertad de decisión ni de movimientos sobre su vida a la hora de poder plantearse abandonar la monarquía teocrática si así lo decidiera. El patrón teocrático tiene todos los derechos sobre los trabajadores migrantes, los cuales representan un 95% de toda la mano de obra habida en el emirato.

Este vocablo se antoja básico para poder entender toda la cuestión relativa a las criminales condiciones de trabajo que los obreros de la construcción venidos de Nepal e India -entre otros países asiáticos- se encontraron durante los años del frenesí de la  construcción para toda la infraestructura de los hipermodernos templos del fútbol de Catar.

En febrero 2021, el periódico inglés The Guardian reveló, en uno de sus reportajes de investigación, que hasta esa fecha habían fallecido unas 6500 personas por accidentes laborales en Catar, que se explicarían por crisis cardíacas, deshidratación, golpes de calor, caídas al vacío, etc.

A ello se deben sumar las condiciones infrahumanas de existencia, que van desde los barracones donde vivían hacinados, sin agua y con poca comida, los obreros de la construcción. A ello se deben añadir todas las trabas y dificultades acontecidas con la repatriación de los cadáveres hacia sus países de origen.

El artículo del diario inglés era un compendio de sus propias investigaciones ligadas a los informes de la Confederación Sindical Internacional y a otro de Amnistía Internacional, también publicado en 2015.

Las leyes del silencio y la censura informativa están a la orden del día, según sean los gigantescos intereses económicos que haya detrás. En este sentido, destacan los ejemplos habidos con las inyecciones de ARNm estadounidense y sus gigantescos efectos mortales y iatrogénicos, o la absoluta inexistencia a nivel mediático de la catástrofe humanitaria de la guerra de Yemen.

Veremos cómo, a nivel deportivo, sigue evolucionando la marcha del Mundial, a pesar de los flagrantes silencios y autocensuras de todos sus participantes.

 

UNA CENA MUY ORIGINAL

Los integrantes de masalladelgol-colectivopessoa , seudónimos anónimos agazapados detrás de heterónimos invisibles, hemos llegado a la con...