miércoles, 23 de marzo de 2022

FÚTBOL ROMANO ( II )

En la primera jornada del Campeonato de Liga Española de la temporada 1969-1970, la aplicación del sorteo libre del calendario de partidos quiso que se enfrentaran en el Santiago Bernabéu, el Real Madrid contra el CF Barcelona, el día 14 de septiembre de 1969.

Fue el estreno en la Liga, como jugador azulgrana, del jugador Miguel Ángel Bustillo Lafoz, de veintitrés años recién cumplidos, delantero centro fichado al Real Zaragoza.

A los cinco minutos de haber empezado el partido, el Barça ganaba por 0-2, goles marcados por Bustillo en los minutos tres y cinco. A los diez minutos de la segunda parte, el central madridista Pedro De Felipe hizo una entrada criminal a Bustillo que ni siquiera fue sancionada como falta por el árbitro Ortiz de Mendíbil.

El juego siguió como si nada hubiese ocurrido hasta que pasado un minuto, un jugador del CF Barcelona viendo como Bustillo se revolcaba en el suelo de dolor y desesperación, y que el árbitro no detenía el juego, echó el balón fuera de banda.

Del repaso de las imágenes sorprende la desafección de los jugadores de uno y otro bando, pues solo se acercaron a Bustillo, Zoco y Junquera por parte madridista y Pujol  por parte azulgrana. El central madridista Pedro de Felipe no hizo ni un ademán de cercanía, ni un atisbo de disculpa, como si la cosa no fuese con él.

Una vez que Bustillo fue retirado del terreno de juego, apoyado en Pujol y en Junquera -demostrando este jugador una gran deportividad-, el Real Madrid sacó de banda y no devolvió el balón al CF Barcelona. Eran  tiempos ásperos en los que el fútbol mostraba los rasgos más desabridos de una sociedad endurecida, en la que el estilismo y el fair play no tenían lugar, y sí en cambio se reconocía y aplaudía cualquier muestra de hombría y virilidad, cualquier acción que amedrentase al contrario.

A resultas de aquella entrada asesina, Bustillo tuvo que ser operado y nunca más alcanzó el nivel que había demostrado hasta la maldita lesión. Después de la operación, el doctor Cabot declaró: La primera impresión al operar ha sido de catástrofe.

En la temporada 1969-1970 Bustillo no jugó ningún partido más, y en las dos siguientes participó en un partido cada una. A los veinticinco años fichó por el Málaga, con una exigencia menor que la del CF Barcelona, siendo capaz de jugar bastantes partidos y de marcar trece goles en cuatro temporadas. Se retiró a los veintinueve años, al ser decreciente su rendimiento y al ser cada vez mayores las limitaciones de su rodilla. Desde entonces una cojera le acompañó para siempre, delatando a un infractor sin alma. Una carrera hecha añicos por un salvaje con licencia.

Fue en el año 2006 cuando tuve la oportunidad de hablar con Bustillo. Ejerciendo de hotelero en Salou, se mostró muy accesible y dispuesto a hablar de lo ocurrido en aquella fatídica jornada, sin atisbo de rencor hacia el causante de la lesión y a su miserable modo de comportarse.

En unos tiempos en los que no existían los agentes futbolísticos, los presidentes ejercían un patriarcado que a menudo era despótico. En el caso de Bustillo tuvo buenas palabras hacia Agustí Montal -presidente del CF Barcelona entre 1969 y 1977-, quien le facilitó su fichaje por el Málaga en una operación en la que el CF Barcelona mostró generosidad y comprensión hacia el jugador, valorando la enorme desgracia de haber visto truncada su carrera en la competición de alto nivel.

Refiriéndose a los hechos, Bustillo me comentó que nunca, aunque cueste de creer, recibió las disculpas del central del Real Madrid, ni en el terreno de juego, ni en la larga convalecencia de su operación, ni siquiera en los diferentes momentos en los que coincidieron en los actos organizados por la Real Federación Española de Fútbol.

Tanto Miguel Ángel Bustillo como Pedro de Felipe pertenecen al mundo de los muertos. Para el caso de que exista algo más que la nada existencial, solo cabe esperar que el Omnipresente haya hecho justicia, y que tanto uno como otro ocupen el lugar que se merecen en la sinuosa eternidad.

 

miércoles, 9 de marzo de 2022

VLAHOVIC ANTE EL ESPEJO

La cualidad más intrínseca del espejo reside en que refleja de manera simétrica los detalles colocados en el lado opuesto, trocando la lateralidad izquierda-derecha, escenificando una mímesis contraria que es el reflejo de la casi verdad, la antesala de lo que Bachelard definió como narcisismo cósmico.

Cuando Vlahovic se mira al espejo, requiriendo una respuesta más allá de lo evidente -de algún modo hermanado con Grimhilde, la reina malvada del cuento de Blancanieves-, no busca saber si es el mejor jugador del planeta fútbol, sino conocer cuál es el troquelado que se ha apoderado de su mente, la identidad de aquel jugador que sin saberlo ha empapado el líquido de su cerebro.

Con tan solo veintidós años, a Vlahovic ya se le han atribuido diferentes semejanzas con figuras pretéritas del mundo del fútbol: el brasileño Ronaldo, Van Nistelrooy y Batistuta. Pero tantas asignaciones aproximadas lo único que consiguen es entorpecer la asimétrica conjunción de un sueño lúcido con forma de arquetipo.

Si bien es preferible ser uno mismo antes que una buena o mala copia de otro, hay casos especiales que reconocerse como el clon de una deidad es un acto de grandeza y de justicia. En cualquier momento Vlahovic será capaz de desvelar el holograma que entreverá en el espejo mágico, la imagen especular que le convertirá en un gigante a los ojos de todo el mundo. En la dura travesía por los caminos invisibles que llevan al cénit, encontrar un guía que los haya recorrido minimiza los riesgos de precipitarse al vacío.

Con el fichaje de Vlahovic por la Juventus, por 75 millones de euros pagados a la Fiorentina, el equipo de Turín ha aumentado de modo considerable sus opciones para volver a ser un equipo competitivo en Europa. De 190 centímetros de estatura y 78 kilos, con una pierna izquierda demoledora, aunque también utiliza la derecha con mucha solvencia, Vlahovic sorprende por su nivel de intensidad, tanto en el juego como en los forcejeos con los defensas. Aunque debe ganar algo de peso, su cuerpo a cuerpo con los defensas es propio de un jugador de mucha más experiencia. Tiene delante de sus pies la senda de la gloria, pero tiene su talón de Aquiles: sus piernas en X, con las rodillas abatidas hacia adentro, inductoras de lesiones de menisco y un impedimento teórico para desarrollar al máximo la potencia.

La imagen que refleja el espejo es la de un jugador con una derecha descomunal y una izquierda contundente y precisa. Muestra a un atleta de 188 centímetros y 80 kilos de peso, a un hombre que podría pasar por su hermano mayor, a un futbolista que alcanzó el apogeo hasta que una lesión de tobillo truncó su carrera, a los veintiocho años. El espejo exhibe la aureola de un triple ganador del Balón de Oro y, aunque la imagen invertida no es simétrica, nunca podrá ser más exacta. En la utopía del espejo la realidad que irradia es ilusoria pero la materia luminosa no es falsa.

De acuerdo al principio de familiaridad enunciado por el psicólogo social Roberto Zajonc, la exposición repetida aumenta el agrado de verse en el espejo, aunque en el caso que nos ocupa, la sensación de plenitud de Vlahovic al saberse el sucesor de Van Basten, no precisa de estímulos repetitivos, si acaso deberá sobreponerse al asombro de llevar tan pesada corona.

Nunca un jugador de tan alto nivel ha tenido que dejar el fútbol por una lesión tan fulminante como la que sufrió Van Basten. Su último servicio lo hizo en la final de la Champions, en su primera edición con el nuevo formato, con el AC Milan, jugando infiltrado contra el Olympique de Marsella, hasta que a los sesenta y ocho minutos de partido tuvo que abandonar el terreno de juego por un insoportable dolor en el tobillo.

Cuatro operaciones y dos años después, Van Basten se despidió del fútbol a los treinta años. Su adiós en San Siro, el 18 de agosto de 1995 fue muy emotivo, incluso Fabio Capello lloró en el banquillo.

Vlahovic tiene por delante un reto mayúsculo si acepta ceñirse la corona del cisne de Utrecht. Cuando la épica llama a tu puerta, es recomendable recurrir a los clásicos, en este caso a una cita de Píndaro, quien escribió sus odas más sublimes para loar las victorias en los juegos panhelénicos:

No te afanes por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible.

 

 

domingo, 6 de marzo de 2022

TREINTAIDOSAVOS DE FINAL

 Los aficionados del FC Barcelona recordarán que en la temporada 1995-96, la que sería la última de Johan Cruyff como entrenador, el  equipo azulgrana disputó la Copa de la UEFA, a la que se llegaría en el último partido de liga de la temporada anterior, con un recordado gol de Jordi Cruyff en San Mamés.

En aquella edición del torneo, el Bayern de Múnich se proclamó campeón de la misma, siendo el Girondins de Burdeos el subcampeón, la grata sorpresa del año a nivel europeo, destacando en sus filas los nombres de Zidane, Dugarry y Lizarazu.

El FC Barcelona estuvo muy cerca de clasificarse para la final después de un prometedor 2-2 en el partido de ida de las semifinales, disputado en el Olímpico de Múnich.

Al poderse alinear solamente tres jugadores extranjeros, Cruyff apostó por Kodro en lugar de Hagi en el partido de vuelta. Seguramente fue un error del técnico holandés, dado que, por aquellas fechas, el jugador rumano estaba en su mejor momento desde que fichó por el club en verano de 1994.

Todo esto viene a colación porque, en la primera eliminatoria que se disputó, el club azulgrana quedó emparejado, en los treintaidosavos de final, con el club israelí Hapoel Be’eer Sheva.

Sin duda, tal emparejamiento se vivió en la ciudad del desierto israelí como una auténtica fiesta, por la dimensión que significaban tanto el FC Barcelona como la figura de Johan Cruyff.

En idioma hebreo, Hapoel significa trabajador, y los clubes con tal denominación son una parte muy significativa de las asociaciones deportivas más activas de su país.

Se fundaron en 1926 a raíz del sindicato Histadrut, el cual devino una de las instituciones más relevantes del futuro Estado de Israel, tanto por sus altas cifras de afiliados como por su rol en pos del movimiento sionista.

Dado que tales asociaciones estaban estrechamente vinculadas a los intereses de la clase trabajadora hebrea, desde la central sindical Histadrut se incentivó la creación de clubes Hapoel, impulsando así la práctica del deporte al mayor número de personas posible.

De tendencia laica, el símbolo o escudo de los clubes Hapoel suele ser una variante de la hoz y el martillo, junto con la figura de un boxeador. Desde sus orígenes, existe una feroz rivalidad con los clubes Maccabi, que en su origen, suelen estar asociados a posiciones más ubicadas a la derecha y más nacionalistas.

Tal era el nivel de rivalidad que, hasta 1951, ambas tendencias evitaban el tener que enfrontarse, con lo que cada institución organizaba sus propias competiciones paralelas.

A partir de ahí, dadas las necesidades del recién creado estado, ambas organizaciones acordaron dar forma al COI (Comité Olímpico de Israel) y la creación de ligas y competiciones abiertas.

Un factor que explica este antagonismo viene dado por el hecho de que, ya desde el dominio británico, el Maccabi era la única organización deportiva que pertenecía al Comité Olímpico de Eretz Israel, monopolizando sus intereses a nivel deportivo, dejando a las otras organizaciones en segundo lugar.

Ante tal hecho, los clubes Hapoel apostaron por intentar promocionar su causa a nivel internacional, estableciendo lazos con organizaciones de trabajadores de partidos socialistas allende sus fronteras.

A día de hoy, se calcula que hay en Israel más de 200 equipos –la mayoría amateurs- en 35 disciplinas deportivas que llevan el denominativo Hapoel.

Entre los clubes deportivos más destacados, sobresalen los ejemplos del Hapoel de Tel Aviv, el Hapoel de Jerusalén, el Hapoel Haifa, entre otros.

 

UNA CENA MUY ORIGINAL

Los integrantes de masalladelgol-colectivopessoa , seudónimos anónimos agazapados detrás de heterónimos invisibles, hemos llegado a la con...