miércoles, 9 de marzo de 2022

VLAHOVIC ANTE EL ESPEJO

La cualidad más intrínseca del espejo reside en que refleja de manera simétrica los detalles colocados en el lado opuesto, trocando la lateralidad izquierda-derecha, escenificando una mímesis contraria que es el reflejo de la casi verdad, la antesala de lo que Bachelard definió como narcisismo cósmico.

Cuando Vlahovic se mira al espejo, requiriendo una respuesta más allá de lo evidente -de algún modo hermanado con Grimhilde, la reina malvada del cuento de Blancanieves-, no busca saber si es el mejor jugador del planeta fútbol, sino conocer cuál es el troquelado que se ha apoderado de su mente, la identidad de aquel jugador que sin saberlo ha empapado el líquido de su cerebro.

Con tan solo veintidós años, a Vlahovic ya se le han atribuido diferentes semejanzas con figuras pretéritas del mundo del fútbol: el brasileño Ronaldo, Van Nistelrooy y Batistuta. Pero tantas asignaciones aproximadas lo único que consiguen es entorpecer la asimétrica conjunción de un sueño lúcido con forma de arquetipo.

Si bien es preferible ser uno mismo antes que una buena o mala copia de otro, hay casos especiales que reconocerse como el clon de una deidad es un acto de grandeza y de justicia. En cualquier momento Vlahovic será capaz de desvelar el holograma que entreverá en el espejo mágico, la imagen especular que le convertirá en un gigante a los ojos de todo el mundo. En la dura travesía por los caminos invisibles que llevan al cénit, encontrar un guía que los haya recorrido minimiza los riesgos de precipitarse al vacío.

Con el fichaje de Vlahovic por la Juventus, por 75 millones de euros pagados a la Fiorentina, el equipo de Turín ha aumentado de modo considerable sus opciones para volver a ser un equipo competitivo en Europa. De 190 centímetros de estatura y 78 kilos, con una pierna izquierda demoledora, aunque también utiliza la derecha con mucha solvencia, Vlahovic sorprende por su nivel de intensidad, tanto en el juego como en los forcejeos con los defensas. Aunque debe ganar algo de peso, su cuerpo a cuerpo con los defensas es propio de un jugador de mucha más experiencia. Tiene delante de sus pies la senda de la gloria, pero tiene su talón de Aquiles: sus piernas en X, con las rodillas abatidas hacia adentro, inductoras de lesiones de menisco y un impedimento teórico para desarrollar al máximo la potencia.

La imagen que refleja el espejo es la de un jugador con una derecha descomunal y una izquierda contundente y precisa. Muestra a un atleta de 188 centímetros y 80 kilos de peso, a un hombre que podría pasar por su hermano mayor, a un futbolista que alcanzó el apogeo hasta que una lesión de tobillo truncó su carrera, a los veintiocho años. El espejo exhibe la aureola de un triple ganador del Balón de Oro y, aunque la imagen invertida no es simétrica, nunca podrá ser más exacta. En la utopía del espejo la realidad que irradia es ilusoria pero la materia luminosa no es falsa.

De acuerdo al principio de familiaridad enunciado por el psicólogo social Roberto Zajonc, la exposición repetida aumenta el agrado de verse en el espejo, aunque en el caso que nos ocupa, la sensación de plenitud de Vlahovic al saberse el sucesor de Van Basten, no precisa de estímulos repetitivos, si acaso deberá sobreponerse al asombro de llevar tan pesada corona.

Nunca un jugador de tan alto nivel ha tenido que dejar el fútbol por una lesión tan fulminante como la que sufrió Van Basten. Su último servicio lo hizo en la final de la Champions, en su primera edición con el nuevo formato, con el AC Milan, jugando infiltrado contra el Olympique de Marsella, hasta que a los sesenta y ocho minutos de partido tuvo que abandonar el terreno de juego por un insoportable dolor en el tobillo.

Cuatro operaciones y dos años después, Van Basten se despidió del fútbol a los treinta años. Su adiós en San Siro, el 18 de agosto de 1995 fue muy emotivo, incluso Fabio Capello lloró en el banquillo.

Vlahovic tiene por delante un reto mayúsculo si acepta ceñirse la corona del cisne de Utrecht. Cuando la épica llama a tu puerta, es recomendable recurrir a los clásicos, en este caso a una cita de Píndaro, quien escribió sus odas más sublimes para loar las victorias en los juegos panhelénicos:

No te afanes por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible.

 

 

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