El
FC Barcelona acaba de decir adiós a la década más exitosa de su historia en lo
que concierne al cómputo global de títulos conseguidos. En este transcurrir de
tiempo, el club ha ganado 6 Ligas (2011, 2013, 2015, 2016, 2018 y 2019) 5 Copas
del Rey (2012, 2015, 2016, 2017, 2018) 4 Supercopas de España (2011, 2013,
2016, 2018) 2 Champions League, 2 Mundiales de Clubes y 2 Supercopas de Europa
(2011 y 2015). Sin duda un palmarés excelente donde los haya.
Sin
embargo, la realidad del club en estos momentos se está complicando sobremanera. En el día de ayer se oficializó
la noticia de que Messi, capitán de la primera plantilla del FC Barcelona, había enviado un burofax pidiendo su salida inmediata del club.
Tiempo
habrá para ver cómo evoluciona esta situación. Se vislumbra un enredo legal en
referencia a los términos de la cláusula del contrato en la que el jugador
puede decidir marcharse en cualquier momento, a no ser que se pactara un precio
de venta para su salida.
La
gestión como presidente de Bartomeu ha sido desastrosa, encadenando demasiados
errores, cambios en la dirección deportiva, dimisiones, polémicas y escándalos
mayúsculos de manera continuada.
Como
capitán del primer equipo, Messi debería haber hablado después del 2-8, tal y
como hizo Piqué justo al término del encuentro. Parece razonable pensar que
Messi, siendo uno de los mejores jugadores de la historia, no ha sabido ejercer
el rol para las funciones de capitán.
Quizás
sea el primer caso en la historia en que un capitán del primer equipo y mito
absoluto del club abandone el barco en medio del naufragio. Parecería que el
amor al club y a su gigantesca masa social debería estar muy por encima del
hartazgo –totalmente comprensible- con la junta directiva encabezada por el
nefasto Bartomeu. Y más teniendo en cuenta que a él y a su junta directiva le
quedan , como máximo, 7 meses de vida.
Ciertamente,
existe el riesgo –enorme- de que el club pueda adentrarse de nuevo en una marea
conflictiva con múltiples frentes abiertos con tintes de autodestrucción,
perdiéndose en laberintos de todo tipo y de difícil salida, algo recurrente a
lo largo de la historia del club.
El
derrumbe en Lisboa fue el último acto de una generación que ha dado los mejores
años en la historia de la institución. La vieja guardia, por lo que se intuye,
no acepta intromisiones para que se hagan las reformas básicas necesarias
después de que en Lisboa saltara todo por los aires, al cabo de demasiados
naufragios y ridículos en Europa.
En
este sentido, la figura de Ronald Koeman se ajusta al rol al que se le
encomienda: gestionar con liderazgo la renovación que hace años debería haberse
realizado. Es una leyenda del club y fue un jugador de clase mundial sin duda
alguna. Y decide venir acompañado de Henrik Larsson, lo cual es una decisión
inteligente, por lo que significó su ejemplaridad y sabiduría como jugador.
Como
decía Johan Cruyff, toda desventaja lleva implícita su propia ventaja. Por más
que desde el club y su entorno se mencione a Cruyff como tótem día sí y otro
también, es harto imposible que en un club y un entorno tan bipolar, se aprenda
a adquirir un enfoque práctico, pragmático e incluso desapasionado, tan
necesario de aplicar en momentos de gran trascendencia y dificultad como los
actuales.
En
definitiva, con el fin de esta temporada atípica el FC Barcelona se despide de
la mejor década en cuanto a títulos de su historia. Bien es cierto que reina en
el ambiente la sensación de que se podría haber llegado todavía más lejos en
cuanto a títulos europeos y dominio en el fútbol mundial.
Los
aficionados al fútbol les agradecen todas las tardes de gloria y buen juego
brindadas. En estos últimos cinco años se podría haber dado un golpe definitivo
sobre la mesa, instaurando una hegemonía indiscutible, pero ha faltado más
compromiso y mejor gestión. Un final demasiado triste para una travesía
totalmente fabulosa. ·
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