Es una buena señal que Messi haya hablado con Koeman, interrumpiendo sus vacaciones. La mayoría de barcelonistas desean que Messi siga en el Barça, aunque su marcha ya no sería tan dolorosa como lo habría sido años atrás.
Le
reconozco a Messi sus enormes méritos en la gloriosa etapa del FC Barcelona. Sin
su presencia nada habría sido lo mismo. Creo que todavía podría liderar un
proyecto en el campo, rodeado de algunos compañeros defenestrados en los
últimos tiempos.
Soy
de la opinión que esta plantilla, con algunas bajas, mejorada con injertos de jóvenes
con hambre de victoria, entrenando de manera exigente, manteniendo el estilo Barça,
podría competir con cualquier equipo del mundo.
Pero
Messi debe ser consciente que mucha responsabilidad de lo que ha ocurrido es
suya, compartida con algunos de sus compañeros de vestuario.
Desde
la llegada de Valverde se ha entrenado poco, acomodados por una superioridad
técnica y táctica que ha servido de espejismo en el discurrir de los últimos
años, incrementado por el hecho de haberse ganado dos Ligas y dos Copas.
Tampoco
ha ayudado en esta degradación una política de fichajes errática, tanto en las
entradas como en las salidas, además de la presencia de futbolistas sin ninguna
capacidad para jugar en el Barça.
El
caso más estentóreo es el de Sergi Roberto, la confirmación del Principio de
Peter, con el añadido de que él mismo es conocedor de sus absolutas
limitaciones. Poner al mejor jugador del mundo al lado de un jugador tan
mediocre, explica muchas de las debacles vividas. Siempre he pensado que es
mejor jugar con diez que con once, si uno de los once es un agujero negro.
Es
necesario mencionar la absoluta impericia a la hora de gestionar el vestuario,
tanto por parte de Valverde como de Setién, plegándose a las exigencias de los
futbolistas con más ascendencia, siendo titulares por decreto y nada
predispuestos a ser sustituidos a lo largo de los partidos, lo que ha
repercutido en el desgaste excesivo de jugadores veteranos, impidiendo que
otros jugadores pudiesen aportar sus cualidades y forzar la competencia, tan
necesaria en un equipo.
El
caso de Suárez es clamoroso. Cerró la puerta a un rápido y preciso Alcácer,
hasta provocar su marcha, mientras el uruguayo se iba arrastrando por los campos de Europa, incapaz de ganar una
carrera en velocidad o de combinar una jugada.
Si
con Messi siempre se echa de menos a un integrante comprometido en la actitud
defensiva, el necesario equilibrio se viene abajo cuando añadimos la poca
efectividad en la presión y recuperación por parte de Suárez. En el fútbol
moderno, tener a dos jugadores al margen de las labores de defensa y presión,
es un exceso que se paga muy caro ante equipos de élite.
Tampoco
hay que descartar lo negativo del efecto Messi: todos los jugadores antes de
proponer algo, le dan el balón a Messi para que sea él quien lo haga. Esta
dependencia ha provocado que las cualidades decisorias de la mayoría de
jugadores hayan bajado de nivel. Sirva de ejemplo lo que hizo Alba en
Liverpool: estando solo, delante del portero, buscando a Messi que estaba
detrás de él, para que rematara.
Messi
ha de ser consciente que del mismo modo que con su presencia el Barça se
instaló en las estancias celestiales como nunca antes en la historia del club,
con él ha habido un acomodamiento impropio en un vestuario profesional, lo que
ha llevado al FC Barcelona justo delante de las puertas del infierno.
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