A día de hoy, se pone de manifiesto que, los grandes éxitos cosechados durante la época de Josep Guardiola al frente del FCB, tanto en títulos como en expresión de un modelo estético de juego, se han girado en contra de los intereses del club azulgrana, incapaz de salir del atolladero en el que se encuentra a todos los niveles.
La obsesiva nostalgia del entorno por lo excepcional de aquellos cuatro años entre 2008 y 2012, ha imposibilitado entender que lo irrepetible, cuando sucede, es un regalo fabuloso que se le brinda a uno y que debe ser apreciado desde la conciencia absoluta de lo improbable hecho realidad. En el caso del FCB, tan sólo hace falta repasar su historia para confirmar que, si bien acumula grandes períodos, también los encadena con travesías en el desierto y momentos de crisis y desorientación, como el actual. En suma, que los momentos de gloria son más bien una excepción que no una constante.
En este sentido, ya se reflexionó en artículos anteriores sobre el absurdo que significa querer ver en la figura de Xavi, un cortar y pegar de efectos instantáneos que llevaría al FCB, de un plumazo y por arte de magia, a las supuestas esencias de un pasado que fue algo único y memorable. La temporada ha demostrado que, a pesar del auto-engaño y los cantos de sirena, todo tiene un proceso que requiere tiempo y decisiones valientes, en consonancia al cruyffismo tan pregonado. Y Xavi aún no ha tomado, después de ocho meses, ninguna decisión de líder como tal.
Ya nadie nombra ni menciona las importantísimas aportaciones tácticas que Rijkaard y Ten Cate plasmaron en el primer equipo entre 2003 y 2006 (la tan cacareada presión en campo contrario, de la cual Luis García, Giuly y Eto’o fueron los abanderados, ubicar a Xavi más cerca del área rival, o el uso de mediocentros vigorosos como Márquez, Edmilson o Van Bommel para compensar técnica y despliegue físico).
Ya sabemos que después de la conquista de la Champions de París, aquella plantilla que aspiraba a todo y más, se desplomó inaceptablemente y sólo ganaría una Supercopa de España entre 2006 y 2008, pero las semillas de todo lo que acabaría llegando después estaban allí.
Es indiscutible que Guardiola se encontró con una gran plantilla que le precedía y que supo motivarla y activarla magistralmente, pero en muchos aspectos, el técnico catalán supo ver en Rijkaard y Luis Aragonés, y éste último en el técnico amsterdamés, aspectos que se antojan cruciales para entender los atributos que han brindado fortaleza y vigor al FCB, y que de manera reiterada, se tienden a desatender en el entorno en pos de una idealización de lo exquisito, que implica efectos nefastos para el global de la idea de juego a llevar a cabo, durante demasiados años descompensada por absurdas y ridículas interpretaciones de nuevo rico (el pitet como su más ridícula radiofónica expresión).
Asombra ver como la nostalgia es tan poderosa como para imposibilitar interpretar bien los últimos cinco lustros de historia del club azulgrana. Ya se sabe que el exceso de nostalgia no es más que el anticipo de una depresión de manual. Es descorazonador darse cuenta de la ceguera y falta de perspectiva a la que se ha llegado en este club.
Veremos si Xavi, el cual tuvo el privilegio de ser entrenado por Van Gaal, Antic, Reixach, Rijkaard, Luis Aragonés, Guardiola, Tito o Luis Enrique entre otros, en su segunda temporada es capaz de activar el modo práctico para poner límites a esta trasnochada interpretación del estilo, a años luz de lo que implican los pilares básicos de la filosofía de juego holandesa: cantera, rapidez en la circulación del balón, primer toque, presión e intensidad, y sobretodo espectáculo, entendido como diversión en el césped y en las gradas, el único antídoto existente a la ridiculez alcanzada con lo estetizante.