Siendo grave que en el FC Barcelona vendan humo a todas horas, todavía lo es más comprobar como la masa de seguidores se lo traga sin objeciones y lo respiran a pleno pulmón. Son muy pocos los periodistas que han señalado algunas de las tramas que se esconden detrás de tanta humareda, pero siguen estando demasiado lejos del centro del engaño.
Desde la llegada de Xavi Hernández al FCB, desde todos los vértices del poliedro se ha insistido en la mejoría del FCB en comparación con el rendimiento del equipo bajo la batuta de Koeman. Los meses transcurridos han demostrado que la realidad es testaruda, siendo del todo necesario puntualizar algunas cuestiones, además de aportar alguna revelación escandalosa.
Cuando el humazo se hizo más denso que nunca fue después de la derrota del FCB frente al Real Madrid, el 12 de enero, por 2-3, en la Supercopa jugada en Riad. Nunca una derrota contra el gran rival ha alcanzado un nivel de éxtasis tan absurdo entre las huestes azulgranas, repitiéndose por enésima vez en las últimas temporadas el axioma hemos vuelto, aceptado por toda la masa sin mayores reparos. Ocho días después, el FCB fue barrido por el Athletic de Bilbao, en San Mamés, en partido de la Copa del Rey, por 3-2.
Fueron dos partidos en los que jugaron Ferran Torres, una incorporación de sesenta y cinco millones de euros -entre fijos y variables- y Pedri, de vuelta después de una larga lesión.
El 6 de febrero debutaron dos nuevos fichajes, Adama Traoré y Aubameyang, y el 13 del mismo mes, volvió a jugar con el FCB el denostado Dembélé. De pronto, todo lo que se le había negado a Koeman se le ofreció a Xavi Hernández. Instalado en el elogio desmesurado, el nuevo entrenador alternó aciertos y errores, y a trancas y barrancas, con goles salvadores de Luuk de Jong en los últimos minutos, con ayudas arbitrales, y con transfusiones de sangre nueva, el FCB encadenó buenos resultados mostrando por momentos un buen fútbol, siempre bajo la batuta de un gran Pedri.
La eliminatoria jugada contra el Galatasaray, un equipo menor entrenado por Domènec Torrent -un hombre que estuvo en el equipo de trabajo de Pep Guardiola, desde el 2008 al 2018, en el FCB, en el Bayern y en el Manchester City-, marcó un antes y un después en el devenir más próximo del FCB, pues siendo conocedor de los detalles más íntimos de su juego, fue capaz de desactivarlo, poniendo muy difícil una eliminatoria que si bien fue ganada por el FCB, tuvo como grave secuela mostrar a los ojos de todo el mundo, la manera de bloquear la doctrina aplicada por Xavi, inferida de un manual de instrucciones muy sustancioso pero en su caso concreto, aplicado con poco talento.
Justo después del partido de vuelta con el equipo turco, fue cuando se hizo presente un componente muy distorsionador. Joan Laporta, ebrio por las ocho victorias y tres empates conseguidos después de la derrota en San Mamés, habiendo pasado a cuartos de final de la Europa League, y calculando que el FCB todavía podía ganar una Liga que le pertenecía por contrato -ver el artículo publicado en el Blog el 6 de diciembre de 2021-, exigió su cumplimiento.
Una vez más se le hizo ver que su requerimiento ya no era posible, pues precisaría que el Real Madrid perdiese una ventaja de demasiados puntos, algo que el FCB propició por tantos malos resultados cosechados en los primeros meses de la Liga.
Fue entonces cuando Laporta hizo encajar las piezas, dejando de reivindicar la Liga a cambio de ganar en el Bernabéu de manera clara y contundente. De este modo, el 20 de marzo el FCB ganó por 0-4 al Real Madrid, en una disparatada disposición táctica puesta en escena por parte de Ancelotti, un hombre de club que sabe que en la vida, en determinadas ocasiones, hay que comerse algunos sapos.
Después de una gesta tan fraudulenta, la celebración en el vestuario fue de las que hacen época, con un Laporta desbocado ultimando su plan: el 3 de abril, se celebró la Asamblea Extraordinaria telemática, convocada el 15 de marzo, en la que se ratificó el acuerdo de patrocinio con Spotify, una confianza otorgada a ciegas por los compromisarios gracias a una victoria falsaria en el Bernabéu, la confirmación de que la estafa es la más común de las actividades políticas y sociales, la culminación de la desfachatez de una élite sin escrúpulos.
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