miércoles, 11 de mayo de 2022

DESOLACIÓN AZULGRANA

Durante el transcurso del partido entre el FC Barcelona y el Real Club Celta de Vigo, con victoria azulgrana por 3-1, noté una sensación de devastación del club a muchos niveles, anticipando de manera pesimista una travesía de futuro muy dolorosa.

La primera parte del partido fue paupérrima, con victoria parcial del FCB por 2-0, a pesar de haber tenido el equipo vigués las ocasiones más claras, estando parcialmente justificada tanta miseria futbolística por un cambio de sistema y la ausencia de Busquets, organizando el juego y la salida del balón.

La percepción de desolación ya no es solo por el juego en sí, ni por los mínimos y aceptables objetivos cumplidos, sino por algo muy desconcertante que implica un atisbo de ruptura emocional con el club, el resultado de tanta estulticia y falsedad, mezcladas con la idiotez y la prepotencia.

Intentando no verlo todo negro, he de reconocer que no deja de ser meritorio que el FCB se haya asegurado terminar la Liga en zona Champions, siendo muy probable que el equipo consiga la segunda posición. Cierto es que para llegar a la consecución de este objetivo el FCB ha recibido oxígeno y transfusiones de sangre desde todos los estamentos federativos, ya sea en forma de permisos para fichar, arbitrajes favorables y pactos escandalosos, tal y como se ha denunciado en diferentes artículos publicados en el Blog.

La impresión más profunda e íntima de decadencia ha sido llegar a la conclusión de que todo lo que rodea al FCB es de cartón piedra. Desde un estadio que se cae a pedazos, hasta una grada de animación que además de estar subvencionada de uno u otro modo, suena a falsedad, a artificio sin sustancia, evocando cánticos que casi nadie sigue, entonando el himno del Barça sin convicción, intentando dar vida a un moribundo por parte de una platea que en su mayoría va al fútbol de prestado.

Más que una charanga es una letanía que se escucha triste por su impostura, llegando a la fascinación del delirio cuando se repite el mantra de la independencia, una ficción más del millor club del món, del som més que un club, y de tantas ocurrencias que han hecho fortuna en el universo catalán y blaugrana.

Mientras el partido discurría sin orden ni concierto, me vino a la memoria la renovación a la baja de Sergi Roberto, un clavo más en el ataúd, la comprobación de que el club no tiene ningún criterio fiable a la hora de confeccionar la plantilla para la próxima temporada. Sergi Roberto no debería haber jugado nunca en el Barça. Su presencia tantos años en la plantilla, compartiendo vestuario y la banda derecha con Messi, es una de las aberraciones futbolísticas más inexplicables de la historia del fútbol.

La conmoción cerebral de Araujo, inerte en la camilla, mientras los sanitarios se mostraban incapaces de introducir la parihuela en la ambulancia durante unos largos y angustiosos minutos, no hizo más que consolidar el mal augurio en el que está inmerso el FCB.

Para que la sensación de desastre fuese completa solo faltaba resucitar lo ocurrido en el final de etapa de Frank Rijkaard, cuando en la temporada 2007-2008 Deco y Eto’o se borraron del último partido de Liga jugado en el Santiago Bernabéu.

De igual manera, en el partido contra el Celta, Frenkie de Jong, Eric Garcia y Jordi Alba, forzaron la tarjeta amarilla en los últimos minutos, lo que les impedirá jugar el domingo en Getafe cuando la línea defensiva está en cuadro. Es la señal evidente de que el entrenador no ha sido capaz de transmitir honestidad y responsabilidad, esencialmente por permitir conductas inapropiadas en el seno del equipo.

Cuando Xavi Hernández justificó las actividades de Piqué, tanto mediáticas como empresariales, afirmando que el jugador es un gran profesional que necesita todo el trajín que lleva, el entrenador azulgrana se quemó a lo bonzo delante de sus jugadores. Asimismo, desde el club no se ha abierto la boca para reprender a un jugador que se ha excedido en demasiados ámbitos, con el agravante de pretender dar lecciones de moralidad, cuando ha quedado demostrado a los ojos de todo el mundo que es un hipócrita absoluto. La prueba de ello es su silencio desde hace unas semanas, algo inédito en un exhibicionista de manual que se sabe atrapado.

Desde el presidente Laporta, pasando por directivos y cuerpo técnico, se llenan la boca recordando el legado de Johan Cruyff. Es un parloteo gallináceo que pervierte su herencia, pues el genio holandés jamás habría permitido conductas como las de Piqué, ni la degradación de un sistema de juego que, a día de hoy, es la mixtificación de su doctrina futbolística.


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