El diario Sport publicó el día 17 de junio el descontento de la plantilla del FC Barcelona femenino contra su entrenador, Lluís Cortés. Parece ser que en el club ya llevaban meses siendo conocedores de las quejas de las jugadoras, aunque el nivel de los lamentos creció pocos días después de ganar la Champions, siendo ahora cuando ha trascendido.
De entrada, me parece sorprendente que unas jugadoras que llevan años solicitando ser consideradas profesionales, en ocasiones con la osadía de compararse con los jugadores del primer equipo, se muestren descontentas por los métodos exigentes, la intensidad y el desgaste psicológico sufrido durante esta temporada que ya termina.
También me resulta extraño que una vez publicada la información, los medios de comunicación hayan quitado el foco sobre la misma, en una especie de armisticio pactado hasta que el club encuentre una solución interna.
Al leer la noticia es inevitable pensar que una decisión sin fisuras de todo el grupo ofrece algunas incógnitas, sobrevolando siempre la posibilidad de que haya algo oculto en el trasfondo de la misma. Si así fuese, las integrantes del FC Barcelona habrían cometido un error mayúsculo al no exponer claramente el motivo real de su posicionamiento, pues no hay nada peor que los eufemismos ante determinadas conductas.
Esperemos que no sea el caso y que todo obedezca a un desajuste entre las exigencias que se requieren para estar en la élite y el carácter poco endurecido de unas jugadoras que, en poco tiempo, han pasado de jugar a algo parecido al fútbol de competición a desenvolverse con buen nivel, además de haber conseguido todos los títulos posibles.
Hay dos alternativas muy claras: o juegan al fútbol para divertirse y de paso cobrar algo de dinero, o compiten con un nivel de exigencia profesional muy alto con lo bueno y lo malo que eso conlleva. Lo que no puede ser es que ambas opciones se conjuguen a la vez.
Puedo aceptar que siempre es más agradable trabajar en un ambiente disciplinado y amistoso, que en una atmósfera que resulte ingrata según la manera de actuar por parte de los integrantes del staff técnico. En este último supuesto, si los resultados deportivos son positivos, toca asumir la realidad por áspera que esta sea. En el supuesto de que en el grupo haya personas que por su sensibilidad no puedan aceptar esta circunstancia, deben dirigirse a los directivos de la sección para buscar una solución particular, en modo de baja o traspaso.
En definitiva, que el grupo de jugadoras en su totalidad soliciten el cambio de entrenador después del éxito indiscutible de su gestión deportiva, resulta inaceptable. Lo idóneo sería que el club tomase la decisión de prescindir de algunas jugadoras para mostrar con claridad los límites que no se pueden traspasar. De lo contrario, si se busca un acomodo para que parezca que nada ha ocurrido, se estarán consolidando los cimientos del proyecto entre arenas movedizas.
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