viernes, 18 de junio de 2021

JOAN COGIÓ SU FUSIL

Después de ver ganar al FC Barcelona su décima Champions League de balonmano, arrollando en la final al Aalborg, se entiende menos la decisión del presidente del Barça, Joan Laporta, de desmantelar un equipo ganador, con el agravante de haberlo anticipado unas semanas antes de jugarse la Final Four, en Colonia.

A nivel deportivo resulta incomprensible esta decisión, máxime cuando los jugadores de balonmano del Barça, son el ejemplo perfecto de lo que debe ser una plantilla unida, con un método de trabajo exigente, sin distracciones, habiendo ganado todos los partidos jugados en la temporada, sesenta y una victorias, de las que veinte lo han sido contra rivales europeos. Presupongo que la mano alargada de Enric Masip, íntimo de Laporta en fiestas y celebraciones varias, desde hace unas semanas nombrado adjunto a la presidencia del Barça, ha tenido mucho que ver en esta decisión del todo injustificable.

Si bien la herencia moral y económica dejada por Bartomeu podría ser merecedora de cárcel, las secciones del club siguen navegando a buen ritmo, a pesar de que el trasatlántico tiene tanta corrosión que puede hundirse en cualquier momento. Al decir eso estoy identificando los graves peligros que se derivan de la mala gestión económica de Bartomeu, así como del agujero que han ocasionado las medidas anti-Covid, que pueden convertir al Barça en algo parecido a una sociedad anónima, sean cuales sean los sucedáneos que se utilicen para dar una buena apariencia legal a los hechos ante la masa social. Que este delicado momento sea gestionado por Laporta pone los pelos de punta.

Joan Laporta es impetuoso e impulsivo y juega fuerte sus cartas. También es valiente y listo, pero tiene más gónadas que cerebro, con unos escrúpulos y principios muy adaptables, al estilo Groucho Marx: estos son mis principios pero si no le gustan, tengo otros. Es un hombre que se expresa bien, que maneja de manera competente el ámbito de las emociones, buen amigo de sus amigos, pero desde hace años ha equivocado el rumbo, perdido por estaciones abandonadas, por lugares sombríos, y con un ramillete de compañías poco recomendables.

La toma de decisiones antes y después de ganar la presidencia han sido muy erráticas: vincularse a Víctor Valdés, un hombre que no sabe adaptarse a ningún grupo; la modificación del Código Ético del club para acto seguido entregar a su hermana un nuevo cargo para que vele por el cumplimiento de las normas de inclusión y diversidad cultural; la imposición de Juan Carlos Navarro como nuevo mánager de la sección de baloncesto, un vividor y causa principal en su última etapa de jugador de la sequía de títulos del Barça en los últimos años al cobrar a precio de crack, limitando la base salarial para fichar a buenos jugadores, cuando ya no era más que un jugador sin recursos;  la estrafalaria gestión de la continuidad de Koeman, que podría pasar a los anales de la inutilidad más manifiesta, sin que nadie haya sido capaz de realizar una lectura correcta de los hechos acaecidos, etc.

Respecto de eso, para que todo quede bien claro, afirmo que a Koeman se le impuso un correctivo por la manera en que tanto él como los jugadores afrontaron los últimos partidos de Liga, sabedores de que no la podían ganar por razones extradeportivas, pero sin aparentar que la querían ganar. Leer y escuchar a los especialistas deportivos, siempre tan bien informados decir una y otra vez que Koeman solo tenía el uno por ciento de seguir en el Barça es una prueba más de la futilidad de tantos correveydile que inundan las redacciones de los medios de comunicación.

Laporta después de recibir la reprimenda por parte de los estamentos oficiales, iracundo expresó: “Ha acabado un ciclo, se ha perdido la Liga de manera incomprensible…Ya dije que cuando acabase la temporada, valoraría los resultados, el juego, la actitud, la mentalidad y la ambición”.

En las posteriores reuniones con Koeman se pactó la secuencia de los hechos: una amenaza pública a las vacas sagradas y un par de banderillas al entrenador por no haber seguido al pie de la letra un guión establecido.

Unos y otros, conocedores de lo que había pasado, aceptaron que el final de Liga del Barça fue tan esperpéntico que puso en riesgo la estrategia establecida desde los altos organismos. Una vez que Laporta hizo ver, de cara a la galería, que tenía el corral controlado, ha bajado el tono y como no podía ser de otro modo, Koeman sigue en el cargo de entrenador.

La elección de Laporta para la presidencia del FC Barcelona le otorga  una nueva oportunidad para volver a tener protagonismo. Esta vez no cuenta con los consejos de Johan Cruyff, al que tanto debe por los éxitos pasados. Que Jordi Cruyff esté en el club no es más que un detalle emocional, pues si bien es un hombre con la cabeza bien amueblada, queda lejos de la personalidad y el punto de genialidad de su padre.

Esta vez Laporta se encuentra más solo que nunca para afrontar un reto muy complicado. Aunque siempre está rodeado de gente, esta vez no son solo amigos ilusionados por dirigir al Barça, sino que entre tantos cercanos hay algún pirata con ganas de poner la pata de palo en la proa del barco. Laporta se muestra nervioso, proclive a ajustar cuentas antes que ejercer una buena gestión. Ha cogido su fusil y de manera sistemática se ha dedicado a cobrar facturas dentro del club sin que el rigor profesional haya sido el elemento esencial en sus decisiones. Da la impresión de que quiere contentar a algunos que lo acompañan en esta nueva aventura. No parece un buen inicio, aunque tiempo habrá para observar el curso de los acontecimientos.

 

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