El auto-engaño es una herramienta que sirve para ganar tiempo, e incluso para ser feliz hasta donde alcance, si se tiene la virtud de construirlo de manera portentosa.
Creyéndose
la propia mentira se van buscando exculpaciones a situaciones que de haberse
encarado, habría significado aplicar cambios en el momento oportuno. El FC Barcelona
ha pasado pruebas de fuego con resultados lamentables -París, Turín, Roma,
Liverpool-, pero siempre se han ido poniendo paños calientes a una enfermedad
que requería cirugía. Hasta que ha tenido que enfrentarse a un león, desnudo y
sin casi nada para defenderse.
Esto
es lo que le ocurrió al FC Barcelona ante el Bayern, un equipo que nunca toma
sosiego, especialmente cuando huele sangre. Las heridas de los jugadores del
Barça resultaban demasiado visibles antes del partido, acabando en auténticas
hemorragias.
Los
primeros minutos del partido no fueron malos, incluso parecía que se podía
jugar de tú a tú contra el Bayern. Hasta que apareció Sergi Roberto, un jugador
timorato que con su pérdida de balón, a todas luces inaceptable, facilitó el
segundo gol del Bayern y abrió la espita de todos los traumas acumulados en los
últimos años. Los goles fueron cayendo mientras el equipo azulgrana estaba
interiorizando más su ansiedad, que pensando en lo que había que hacer en el
terreno de juego.
Alba
revivió su traumática noche de Anfield, Suárez corrió como un pollo sin cabeza,
Ter Stegen elevó su suficiencia a un grado de insensatez inaudito, Busquets
desarbolado hasta la náusea, Messi perdido en el túnel de la duda, etc.
La
derrota que ha sufrido el FC Barcelona,
siendo dolorosa para sus seguidores, es lo mejor que podía ocurrir. Durante algunos
años se ha vivido con indecisión, valorando si hay o no que operar. Ahora la
cirugía es inevitable e inminente. A
vida o muerte.
A
pesar de algunas noches muy oscuras, Valverde fue un buen gestor de la
decadencia. La entrada de Setién solo ha servido para desbaratar lo que ya
funcionaba más o menos bien, pues ni ha podido imponer sus ideas, ni ha
reforzado lo bueno que se hacía con Valverde. Hace tiempo que en el club los
jugadores tienen excesivo poder, que no se entrena bien, con la exigencia que
requiere el fútbol moderno.
La
buena imagen ofrecida en Villarreal, fue
truncada en los siguientes partidos por los jugadores, por requerir un mayor
esfuerzo físico, volviéndose a un juego más prudente, de esperar al contrario,
como ante el Bayern, lo que predestinó lo que ya se sabía: el Barça no sabe
defenderse encerrándose en su área o jugando a verlas venir.
El
mejor Barça se ha visto cuando se hacía una fuerte presión sobre el contrario,
cerca del área del rival, arriesgando en la recuperación del balón, jugando con
el equipo adelantado, con el portero atento a los pases largos del rival. Pero
hacer presión con jugadores que no la acompañan de manera eficiente, es entrar
en el matadero. Si contra el Bayern, Suárez no hubiese jugado de titular y en su
lugar hubiese jugado Griezmann, la presión habría sido posible y, tal vez, se
habría conseguido competir con el Bayern con un nivel aceptable.
Toda
la pirámide se ha desmoronado porque el seísmo ha sido excesivo. Desde el
presidente Bartomeu, un auténtico cantinflas, a Setién, un hombre al que el
Barça le ha venido muy grande, con una imagen final, apoyado en el banquillo,
con los brazos en cruz, al que solo le faltaba el sombrero de paja para ser un
espantapájaros. Ha muerto de mala manera sin ser fiel a sus ideas, porque de
haberlas querido imponer los jugadores lo habrían liquidado. Se equivocó de
manera absoluta al no dar un paso a un lado, marchándose con dignidad.
Mirándolo
con perspectiva, Setién recordará su experiencia con el Barça no como un sueño,
sino como la peor de sus pesadillas, el momento en que enterró su precario
prestigio como entrenador, por haber callado y aceptado las imposiciones del
vestuario.
El sistema de juego que hace reconocible al Barça debe ser mantenido, otorgándole de nuevo la vitalidad perdida. Que durante años, unos jugadores de mucha clase, hayan podido ganar Ligas y Copas del Rey, mientras se dirigían hacia su ocaso, dice mucho de su nivel, pero la noche ha caído y ha llegado la hora del adiós y del reconocimiento por tanta dicha pasada.
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