jueves, 30 de noviembre de 2023

TEATRO DEL ABSURDO

La gota que ha colmado el vaso de la imbecilidad, la que sobrepasa todos los límites del sentido común, ocurrió en el partido Paris Saint Germain-Newcastle jugado el 28 de noviembre de 2023, en el Parque de los Príncipes de París.

Con 0-1 en el marcador, el PSG se encontraba ante un nuevo fracaso en la Champions League. De haberse mantenido este resultado, el PSG estaría tercero en el Grupo F, quedando a expensas de una carambola en la última jornada para pasar a octavos de final.

Pasados los noventa minutos fue cuando el colegiado polaco Szymon Marciniak, conchabado con el VAR, y vete a saber con quién más, señaló un penalti bochornoso, algo que ya es demasiado frecuente en todas las competiciones nacionales y europeas: un centro al área, el balón pega en el cuerpo de un jugador del equipo inglés y posterior a ello, rebota en su brazo.

Todos los jugadores del equipo parisino clamaron justicia deportiva al unísono, cuando lo que se pide y se acaba dando no es más que una jurisprudencia infantiloide, que a base de repetirse se torna habitual, no siendo más que la degeneración de la equidad y la hombría, para acercarse día tras día a lo inverosímil, exigiendo posturas de mariquita a los jugadores, moviéndose con los brazos pegados a la espalda, cual teatro del absurdo donde la incoherencia y el despropósito crecen sin mesura.

Son actuaciones arbitrales que redundan en el hartazgo del aficionado, especialmente de los seguidores más acérrimos que no dudan en viajar a otros países para animar a su equipo y que ven como son burlados por decisiones arbitrarias que inducen a una involución del fútbol, en un acercamiento constante a lo hermafrodita, a lo antinatural.

Uno de los dramaturgos del absurdo, Eugène Ionesco, expuso que si se describe un círculo, y después se le acaricia, se convertirá en un círculo vicioso. En estas estamos, instalados en una acción que se repite de manera regular, premeditada para hacer del fútbol una parodia insertada en un ciclo del que solo cabe esperar que cumpla con las teóricas etapas de nacimiento, crecimiento y declinación, para en algún momento volver a un renacimiento esperanzador.

Viajar de Newcastle a París, encontrándote con el marcador a favor cuando faltan pocos minutos para que termine el descuento, estando con el ánimo alborozado al imaginar que con el siguiente partido en casa, contra el AC Milan, pasarás a octavos -el Newcastle no jugaba la Champions League desde la temporada 2003-2004-, que un mago negro se saque de la chistera una aberración semejante es para llevarlo al juzgado para que sea inhabilitado para siempre. Si hace unos años el error humano era una licencia permitida, ahora con el VAR, errores de esta calaña solo pueden vincularse a conspiración o a una estupidez muy acentuada. Para ambos supuestos solo cabe la incapacitación, con el añadido de detención y cárcel para el primer caso.

De seguir así las cosas, inseridos cada día más en el teatro del absurdo, quiero proponer que algún club valiente, alternativo y modesto, haga un salto al vacío. Aunque tal temeridad podría llevarlo al desmembramiento por estamparse en el suelo, me inclino a pensar que más bien ocurriría lo contrario: podría suceder que los ángeles del averno lo llevaran en volandas hasta convertirlo en uno de los clubs más apreciados del mundo del fútbol, con todo lo que eso significa, tanto en atención mediática y nuevos suscriptores en sus redes sociales, además de un gran impacto económico.

Propongo que un club  con dirigentes audaces convenza a sus jugadores de saltar al campo investidos en camisas de fuerza, con los colores y el escudo del club, camisas diseñadas para inmovilizar los brazos de las personas dementes o violentas que en este caso tendrían la finalidad de denunciar, mediante el sarcasmo, la degeneración del fútbol a niveles de jardín de infancia o de manicomio.

Estoy convencido que tanto los aficionados de los dos equipos, como los jugadores rivales, estarían a la altura de un momento histórico que obligaría a los estamentos futbolísticos a plantearse las reglas del fútbol en el apartado de los penaltis, pues cuando la noticia se expandiese a la velocidad de la luz, la acción de un equipo desconocido iluminaría con un destello descomunal toda la oscuridad interesada que parasita y destruye el mundo del fútbol.

 

 

sábado, 11 de noviembre de 2023

MALDITOS BASTARDOS

El 15 de septiembre de 1972 empezó a emitirse Estudio Estadio en TV1, un programa de resumen polideportivo que hacía un especial seguimiento de los partidos de fútbol de la Primera División. En el mismo, se utilizaba la Moviola, un artilugio que tuvo mucha repercusión, que permitía la repetición de las jugadas a cámara lenta.

Durante unos años, el colaborador arbitral del programa fue José María Ortiz de Mendíbil. Estuvo dieciocho temporadas repartiendo justicia inducida como colegiado en la Primera División, ganándose a pulso su fama de madridista.

Fue este árbitro quien después de la terrorífica entrada de Pedro de Felipe a Miguel Ángel Bustillo -de la que se derivó una grave lesión que apartó al jugador maño del fútbol de alto nivel-, ni siquiera señaló falta, permitiendo que Bustillo estuviese casi un minuto revolcándose de dolor y desesperación sobre el terreno de juego, hasta que un jugador del Club de Fútbol Barcelona echó el balón fuera de banda.

No fue hasta treinta años después, en el programa Un crit valent, en TV3, que Ortiz de Mendíbil, estando en el plató, se disculpó en presencia de Bustillo, con estas palabras: Pude equivocarme, y en este momento no tengo problema en entonar el mea culpa, no sin antes haber hecho un ejercicio de cinismo, explicando la diferencia entre un traumatismo y una torsión. Es como si un abogado defensor intentase exculpar a un criminal por haber matado a su víctima con un cuchillo y no con un martillo.

A Ortiz de Mendíbil le escuché decir cosas tan tremendas que pasadas varias décadas las sigo recordando con estupor. Haré mención de un Real Madrid-Sevilla, en el que fueron expulsados tres jugadores del Sevilla por ninguno del RM. Revisando las jugadas, el periodista Miguel Ors, tras ver una dura entrada de Pirri, preguntó al trencilla retirado, por qué no habían expulsado al jugador del RM.

La respuesta debería estar grabada en el frontispicio del surrealismo: El árbitro no lo ha expulsado porque sabe que Pirri es muy buen chico y que ha hecho la entrada sin mala intención.

A menudo, Ortiz de Mendíbil era capaz de comentar las jugadas polémicas, expuestas a cámara lenta, de una manera completamente diferente a lo que se estaba viendo en pantalla. Podía defender que la boca del jugador había golpeado el pie del defensa y quedarse tan ancho, o que el defensa tocaba el balón, cuando resultaba evidente que había pegado en el tobillo del jugador contrario. Algunas veces, pocas, el locutor, tan sorprendido como los telespectadores, se atrevía a debatir de manera amable y prudente -no se nos fuese a enfadar el prestigioso colegiado-, la jugada en cuestión, pero Ortiz de Mendíbil, un hombre con aspecto de magistrado, reincidía en sus veredictos sin ningún atisbo de duda.

Si hago mención a las charlotadas de antaño no es por otra razón que la de verificar que a día de hoy, en nombre de la justicia deportiva, con todos los avances tecnológicos a disposición de árbitros profesionales -que se comportan como auténticos furtivos desde la sala VOR-, están siendo superadas, una semana sí y otra también, por un atajo de cretinos muy bien pagados, quienes toman las resoluciones más inverosímiles y estúpidas que jamás se hayan tomado en la historia del fútbol, si tenemos en consideración la cantidad de ayudas tecnológicas dispuestas para facilitar la toma de decisiones.

Desde el Blog ya se ha comentado la nefasta utilización del VAR, una herramienta que puede ser muy útil siempre y cuando esté en manos de personas sensatas y honestas. Tal y como ha evolucionado el VAR en España es la demostración de cómo una panda de imbéciles pueden cometer las atrocidades deportivas más descaradas sin que haya ningún correctivo, a pesar de que las mismas hayan provocado graves consecuencias.

Ni merece la pena enumerar los penaltis absurdos que se señalan jornada tras jornada, con lo que implica de estafa a los aficionados que siguen a sus equipos, gente que ya ni siquiera puede celebrar los goles ante tanta intervención del VAR, anulando goles por milímetros, en lo que es un retorcimiento espurio del reglamento.

 

UNA CENA MUY ORIGINAL

Los integrantes de masalladelgol-colectivopessoa , seudónimos anónimos agazapados detrás de heterónimos invisibles, hemos llegado a la con...