El 15 de septiembre de 1972 empezó a emitirse Estudio Estadio en TV1, un programa de resumen polideportivo que hacía un especial seguimiento de los partidos de fútbol de la Primera División. En el mismo, se utilizaba la Moviola, un artilugio que tuvo mucha repercusión, que permitía la repetición de las jugadas a cámara lenta.
Durante unos años, el colaborador arbitral del programa fue José María Ortiz de Mendíbil. Estuvo dieciocho temporadas repartiendo justicia inducida como colegiado en la Primera División, ganándose a pulso su fama de madridista.
Fue este árbitro quien después de la terrorífica entrada de Pedro de Felipe a Miguel Ángel Bustillo -de la que se derivó una grave lesión que apartó al jugador maño del fútbol de alto nivel-, ni siquiera señaló falta, permitiendo que Bustillo estuviese casi un minuto revolcándose de dolor y desesperación sobre el terreno de juego, hasta que un jugador del Club de Fútbol Barcelona echó el balón fuera de banda.
No fue hasta treinta años después, en el programa Un crit valent, en TV3, que Ortiz de Mendíbil, estando en el plató, se disculpó en presencia de Bustillo, con estas palabras: Pude equivocarme, y en este momento no tengo problema en entonar el mea culpa, no sin antes haber hecho un ejercicio de cinismo, explicando la diferencia entre un traumatismo y una torsión. Es como si un abogado defensor intentase exculpar a un criminal por haber matado a su víctima con un cuchillo y no con un martillo.
A Ortiz de Mendíbil le escuché decir cosas tan tremendas que pasadas varias décadas las sigo recordando con estupor. Haré mención de un Real Madrid-Sevilla, en el que fueron expulsados tres jugadores del Sevilla por ninguno del RM. Revisando las jugadas, el periodista Miguel Ors, tras ver una dura entrada de Pirri, preguntó al trencilla retirado, por qué no habían expulsado al jugador del RM.
La respuesta debería estar grabada en el frontispicio del surrealismo: El árbitro no lo ha expulsado porque sabe que Pirri es muy buen chico y que ha hecho la entrada sin mala intención.
A menudo, Ortiz de Mendíbil era capaz de comentar las jugadas polémicas, expuestas a cámara lenta, de una manera completamente diferente a lo que se estaba viendo en pantalla. Podía defender que la boca del jugador había golpeado el pie del defensa y quedarse tan ancho, o que el defensa tocaba el balón, cuando resultaba evidente que había pegado en el tobillo del jugador contrario. Algunas veces, pocas, el locutor, tan sorprendido como los telespectadores, se atrevía a debatir de manera amable y prudente -no se nos fuese a enfadar el prestigioso colegiado-, la jugada en cuestión, pero Ortiz de Mendíbil, un hombre con aspecto de magistrado, reincidía en sus veredictos sin ningún atisbo de duda.
Si hago mención a las charlotadas de antaño no es por otra razón que la de verificar que a día de hoy, en nombre de la justicia deportiva, con todos los avances tecnológicos a disposición de árbitros profesionales -que se comportan como auténticos furtivos desde la sala VOR-, están siendo superadas, una semana sí y otra también, por un atajo de cretinos muy bien pagados, quienes toman las resoluciones más inverosímiles y estúpidas que jamás se hayan tomado en la historia del fútbol, si tenemos en consideración la cantidad de ayudas tecnológicas dispuestas para facilitar la toma de decisiones.
Desde el Blog ya se ha comentado la nefasta utilización del VAR, una herramienta que puede ser muy útil siempre y cuando esté en manos de personas sensatas y honestas. Tal y como ha evolucionado el VAR en España es la demostración de cómo una panda de imbéciles pueden cometer las atrocidades deportivas más descaradas sin que haya ningún correctivo, a pesar de que las mismas hayan provocado graves consecuencias.
Ni merece la pena enumerar los penaltis absurdos que se señalan jornada tras jornada, con lo que implica de estafa a los aficionados que siguen a sus equipos, gente que ya ni siquiera puede celebrar los goles ante tanta intervención del VAR, anulando goles por milímetros, en lo que es un retorcimiento espurio del reglamento.
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