El día 5 de abril se jugará la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey entre el FC Barcelona y el Real Madrid, en el Camp Nou -un nombre que define a la perfección el estado mental de demasiada gente en Catalunya, pues han pasado más de sesenta y cinco años desde su inauguración y se puede afirmar que es un estadio que amenaza ruina-. Para no desviarnos del camino, hay que recordar que en la ida el resultado fue 0-1 a favor del FCB.
Este partido de vuelta será la última oportunidad para que las relaciones entre Barca y RM se encaucen o, que de manera definitiva, entren en una confrontación desmedida.
Merece la pena no olvidar que las razones de Estado lo justifican todo. En su día sirvieron para que los equipos vascos ganasen cuatro Ligas -dos para la Real Sociedad y dos para el Athletic Club- en plena efervescencia del conflicto vasco, en la década de los ochenta.
Lo mismo ha ocurrido con el período de la Covid, un tiempo crítico que el Estado tuvo que afrontar, interviniendo con bastante/mucho desacierto. La solución de emergencia para el fútbol fue que las tres Ligas coetáneas con la Covid fuesen para el RM, el Atlético y el FCB. Ocurrió que la que estaba destinada para el FCB fue ganada por el RM, por la dificultad en ganar partidos por parte del Barça, lo que permitió que un RM atento a cualquier contingencia pusiese pies en polvorosa, siendo inalcanzable para los azulgranas, incluso después de la destitución de Ronald Koeman.
Con la entrada en escena de Xavi Hernández, se hicieron todos los esfuerzos para que el FCB alcanzase la segunda posición. Asimismo, como compensación temporal se le ofreció golear al RM en el Santiago Bernabéu, en un partido que terminó 0-4, y que todavía hoy, los ilusos periodistas catalanes lo rescatan de la memoria como momento histórico sin siquiera atisbar la malévola trama.
Desde la llegada de Xavi Hernández, el FCB ha recibido más ayudas arbitrales que jamás en toda su historia, mucho más que en los años en los que tuvo contratado a Enríquez Negreira, vicepresidente del Cómite Técnico de Árbitros.
A pesar de esta evidencia, Xavi Hernández declaró hace unas semanas que a él no le gustaría ganar con trampas, que antes se iría a casa, lo que demuestra que o bien es un cínico de cuidado, o que cuando alguien está inmerso en una buena racha deja de reconocer los elementos que la justifican y asimila la suerte -en forma de burdos errores arbitrales e intervenciones muy oportunas del VAR- como algo inherente a su naturaleza, eliminando cualquier espíritu crítico para dejarse llevar por la corriente dominante de los que le rodean.
Solo así se explica -refiriéndonos a lo más cercano en el tiempo- que negase el penalti al Valencia o que aceptase la intervención del VAR para anular el gol del Athletic y afirmar que las manos eran claras, por no hablar del gol anulado a Marco Asensio, en una decisión que ponía la Liga a buen recaudo para el FCB.
Esta Liga es para el FCB y por nada del mundo se podía correr el riesgo de que el RM se pusiese a seis puntos, con el goal average a favor. Con el escándalo Enríquez Negreira, el FCB ve enemigos por todas partes, conocedor que hechos como los denunciados podrían servir para revertir el destino final de una Liga adulterada. No se podían correr riesgos visitando campos que a modo de leoneras, se convirtiesen en un altar para las inmolaciones.
Es por esta razón por la que el FCB, en la persona de Joan Laporta, se negó a devolver el favor de la Liga pasada, permitiendo que el RM ganase en el Camp Nou. Para Laporta era indispensable que todo el barcelonismo se uniese en un aquelarre de unidad, con la presencia en el palco de la viuda de Johan Cruyff, con Pep Guardiola repartiendo saludos y, sobretodo, ganando -o no perdiendo- al RM. La consecuencia de esta traición fue la ausencia de Florentino Pérez del palco azulgrana, algo que nunca antes había ocurrido.
Cual talibán con un chaleco bomba, Laporta sabe que su tiempo de polizón en el trasatlántico está comprometido, pero a su favor tiene que está en condiciones de llevar el barco a pique con que solo pulse el botón que lo reviente todo. Si bien el estrépito Enríquez Negreira es grave, las consecuencias de la explosión tendrían unas consecuencias trágicas para el fútbol español, para el deporte patrio en general, para los organismos deportivos y para el Estado.
Por todo ello cabe deducir que al FCB nada le va a ocurrir a pesar de que los aficionados españoles clamen contra la desvergüenza del caso Enríquez Negreira. Laporta sabe que es un simple polizón, pero también es conocedor de que en vez de ser echado por la borda, va a ocupar un lado muy cercano al capitán del barco.
Estamos ante una partida muy compleja, en la que todavía quedan cartas marcadas por jugar. Que el FCB permita que el RM pase a la final de la Copa del Rey sería un paso necesario para que Florentino Pérez perdone los errores de adolescente de Laporta.
No obstante, el presidente del RM teme una nueva traición, de mucho más calado: que el FCB para evitar ser expulsado de las competiciones europeas, pacte con la UEFA su presencia en las mismas a cambio de retirarse del proyecto de la Superliga.
Una felonía de tal magnitud enterraría por largo tiempo el proyecto de la Superliga Europea, además de crear un cisma irreconciliable en el fútbol español. De pronto, el RM se encontraría completamente aislado, tanto en el fútbol español como en la UEFA. Una situación llevada a tal extremo cuestionaría la estrategia de Florentino Pérez por exponer al RM de modo tan temerario.
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