La noche del sábado 28 de enero -desde el OVO Arena Wembley -no quise perderme el combate de boxeo entre Artur Beterbiev -nació en Daguestán y a los veintiocho años se mudó al Canadá para convertirse en boxeador profesional- y el púgil británico Anthony Yarde, por los títulos de WBC (Consejo Mundial de Boxeo), IBF (Federación Internacional de Boxeo), y BWO (Organización Mundial de Boxeo), en la categoría de semipesado -boxeadores que pesan más de 75 kilos y menos de 81-.
El combate superó las altas expectativas, con dos púgiles demoledores batallando sin cesar. Fue en el octavo asalto de un combate muy igualado cuando Beterbiev conectó una derecha durísima que terminó con Yarde derribado. Beterbiev es el único campeón mundial de boxeo con el cien por cien de victorias por nocaut (22-0).
El combate entre Beterbiev y Yarde fue la culminación de una velada que estuvo precedido por contiendas muy interesantes.
Una de las peleas con menos pedigrí fue la protagonizada por los británicos Tommy Fletcher y Darryl Razor Sharp -uno de los boxeadores más prolíficos del circuito-, a seis asaltos, en la categoría de peso crucero -púgiles que pesan más de 81 kilos y menos de 91-. Tommy Fletcher ganó a los puntos en un combate sin demasiada historia.
Lo que me llamó la atención fue la actitud de Darryl Sharp, un jornalero del ring que ha hecho de las derrotas su modo de vida. Con un palmarés 7V-97D-1N, es muy destacable que de las noventa y siete derrotas, solo tres lo hayan sido por KO.
Con un físico muy convencional alejado de los estándares pugilísticos, con tatuajes en buena parte de su cuerpo y con una técnica de boxeo poco evolucionada, lo suyo es pelear por el placer de la reyerta.
Darryl Sharp debutó en el mundo profesional el 31de octubre de 2015, lo que da un promedio de unos quince combates al año, toda una hazaña, máxime en un hombre que encaja bastantes golpes.
No habría parado demasiada atención en su combate de no haber sido por su actitud festiva encima del ring, sonriendo a cada golpe de su adversario, invitándolo a pegar más, haciendo evidentes indicaciones de que los golpes no le afectan.
Darryl Sharp es un zurdo jocoso que nunca será campeón de boxeo, pero quiero atribuirle un distintivo, el que le proclama como uno de los hombres más valientes del mundo. Hay que tener una mentalidad de acero para subir a un cuadrilátero, una y otra vez, sabiendo que se tiene menos del diez por ciento de probabilidades de ganar, con la firme voluntad de no hincar la rodilla ante nadie y de combatir cada veinticinco días para ganar su sustento y el de su equipo.
Llegué a la conclusión que Darryl Sharp sube al ring sin pensar en la victoria, pues su gloria camina por otros derroteros: demostrar su valentía, no salir malparado, divertirse en la disputa y ganarse la vida mientras el cuerpo aguante. Escribió el escritor argentino Jorge Luis Borges que hay derrotas que tienen más dignidad que las victorias. Creo que este británico de Mánchester encaja a la perfección con este postulado.
Con treinta y un años, Darryl Sharp está sacando tanto rendimiento económico a su carrera de perdedor indomable como le es posible, haciendo además honor a su dignidad como gladiador.
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