Han sido muchas las veces que durante los quince últimos años he manifestado que Leo Messi es el mejor jugador de fútbol de la historia. No mentía, pero era una verdad que nacía del enorme influjo de su fútbol, de un enamoramiento promovido por su constante presencia y por su inserción en uno de los mejores equipos de la historia. No mentía, pero era una verdad relativa, una verdad que voy a pasar por el fuego filosófico para que finalmente pueda tener atributos de verdad absoluta, sin serlo.
Antes que nada quiero manifestar mi certeza de que nunca más se verá a un jugador tan dotado para el regate con el balón pegado al pie, con una rapidez y velocidad inauditas, además de ser capaz de resolver los duelos con los porteros de un modo letal.
Si a eso le añadimos una magnífica comprensión del juego de ataque y una evolución majestuosa en el disparo de falta, tenemos todos los ingredientes para pensar que ya hemos conseguido localizar al mejor jugado de la historia.
Decía Descartes que cada cosa tiene solo una verdad absoluta pero que esta nos resulta inalcanzable, pues al sacar cualquier verdad de su contexto, lo más probable es que deje de cumplirse en otro contexto diferente.
Visto con la perspectiva que da el paso de los años, siguen vivos los recuerdos de las impresionantes jugadas del jugador argentino, de tantos títulos ganados, pero a su vez ya soy capaz de detectar aspectos que permiten precisar con más detalle una trayectoria espectacular.
El contexto en el que Leo Messi ha desarrollado su carrera futbolística ha sido muy diferente del que se encontraron Pelé, Cruyff y Maradona. Para ir directo al grano: las peores entradas que ha recibido Messi en cualquier temporada, las podía recibir Maradona en un solo partido. Esta afirmación, además de ser cierta, es demoledora. Creo sinceramente que en un entorno tan duro, Messi no habría llegado a ser el jugado que ha sido.
Con Messi además ha ocurrido algo curioso: los equipos contrarios en general y sus jugadores más expeditivos -salvo excepciones puntuales- han intentado frenar a Messi sin que hubiese consecuencias graves. Nadie quería ni quiere lesionar a Messi, ni siquiera arriesgarse a hacerlo.
Tal ley no escrita era plenamente vigente en la Liga Española y en Europa. Otra cosa es cuando Messi ha tenido que jugar la Copa América de Selecciones, donde el ambiente siempre es más áspero -aunque sin llegar al nivel de violencia de los años sesenta, setenta y ochenta- y como consecuencia de ello, no ha alcanzado grandes éxitos en esta competición, no al menos al nivel conseguido en Europa.
En España todos eran conscientes de que el nivel económico alcanzado por la Liga con sus contratos televisivos, tenía mucho que ver con la rivalidad entre Leo Messi y Cristiano Ronaldo en el terreno de juego. Las fichas y salarios de los jugadores subieron de manera relevante por esta circunstancia -un círculo vicioso en el que los clubs al ganar más dinero revertían una gran parte del mismo en los jugadores-, por lo que en el fondo y en la forma, todos los jugadores le tenían respeto a Messi, tanto por su superioridad en el campo como por los beneficios que implicaba tenerlo jugando en la Liga.
Ante la difícil tarea de determinar quién ha sido el mejor futbolista de la historia he tenido en cuenta cinco apartados:
El más importante de todos es que el aspirante tenga unas cualidades contrastadas que resulten inaccesibles para el resto de futbolistas, además de la frecuencia en su exposición.
Los reconocimientos individuales tienen su importancia aunque relativa, pues las condiciones han ido cambiando a lo largo de los años.
Mucha relevancia tienen los títulos alcanzados y su dificultad para conseguirlos, sin perder de vista que hay auténticas medianías que tienen su casa llena de trofeos.
Si no se tuviese en cuenta la dificultad del entorno -condiciones de los terrenos de juego, permisividad con la violencia, etc.- se estaría faltando a la objetividad, pues esta es una cuestión fundamental que por sí misma implica tener que reconocer dos eras dentro de la historia del fútbol, un antes y un después que tiene que ver con el inicio de los ingresos por derechos de televisión en el mundo del fútbol.
El último apartado sería la capacidad de liderazgo para revertir malas rachas y levantar partidos, de acuerdo a una manera de ser, a un carisma capaz de generar entusiasmo y épica, a un carácter exigente que impida que la holgura se instale en un vestuario.
Leo Messi da el máximo nivel en el primer y segundo apartados. En el tercero, su colección de títulos es notable, pero se echan de menos dos Champions y una Copa del Mundo de Selecciones. En cuanto a su liderazgo, ya sea en el vestuario o en el terreno de juego, le pongo un suspenso.
Este último apartado ha marcado la trayectoria profesional de Messi en su aspecto más negativo. No solo por su falta de capacidad para elaborar un discurso, sino porque desde una atalaya preferente permitió que a lo largo de los años una serie de vicios se instalaran en el Fútbol Club Barcelona: acomodamiento, poca exigencia en los entrenamientos, permitir la marcha de Alves, aceptar que en la plantilla anidasen auténticos inútiles, vincular su extraordinaria notoriedad futbolística a otros jugadores, de tal modo que tuviesen garantizada la titularidad, etc.
No se puede aspirar a ser el mejor jugador de la historia con una nula exigencia ante determinadas actitudes y jugadores que no dan el nivel para alcanzar grandes retos.
En otro orden de cosas, hay que reconocerle a Messi una gran capacidad para hacer feliz a la gente, para sentirlo cercano a pesar de su estatus. Que siga siendo el ídolo de niños de cualquier parte del mundo dice mucho de su aptitud para conectar con la inocencia. Su vida familiar es ejemplar y siempre se ha comportado como un deportista.
Creo que si alguna vez, por algún azar en forma de accidente, Messi cayese en manos de un grupo terrorista, sería tratado con respeto y admiración, además de facilitarle su vuelta a casa.
A punto de empezar el Mundial de Fútbol en Qatar merece la pena centrarse en las participaciones de Messi en este evento. Hasta hoy ha jugado cuatro Mundiales. Aceptando que la Selección Argentina en los Mundiales de 2006, 2010, 2014 y 2018, tenía muchas debilidades, tanto en el campo como por los entrenadores que la dirigieron, hay que reconocer que el papel de Messi en las mismas, quedó por debajo de su habitual nivel de juego, incluso en ocasiones aportando poco, pareciendo ausente de un acontecimiento de tal resonancia.
En los cuatro Mundiales que ha jugado Messi participó en diecinueve partidos marcando un total de seis goles. En el 2014 llegó a la final, jugando siete partidos y marcando cuatro goles en la fase de grupos -uno a Bosnia, uno a Irán y dos a Nigeria-, quedándose sin marcar en octavos, cuartos, semifinal y final -que perdió Argentina contra Alemania-.
Messi es el jugador que más me ha hecho disfrutar del fútbol. Es por tanto de justicia que mi deseo se vincule con Messi para que gane el Mundial de Qatar, pero aunque eso ocurra, a pesar del riesgo que conlleva escribir algo así, seguiré pensando que es el tercer mejor jugador de la historia.
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