El recurrente debate para dilucidar quien ha sido el mejor jugador de fútbol de la historia nace casi muerto en cada nuevo intento, pues por más que se pongan argumentos encima de la mesa, para uno u otro jugador, no es posible llegar a ninguna conclusión irrefutable, pues son demasiadas las variables que hay que comparar en cada caso. No obstante, tomo el compromiso de llegar a una resolución final, sin que la misma tenga más veracidad que la de cualquier otro aficionado al fútbol.
Desde la década de los cincuenta hasta nuestros días, ha habido una evolución constante en aspectos fundamentales vinculados al fútbol que han permitido que los jugadores de alto nivel puedan expresarse en el campo con mayor fluidez y efectividad. Paso a enumerar algunos de ellos:
El estado de los terrenos de juego, desde duros e irregulares, con barro si llovía, a las alfombras de césped, en una transformación esencial para la buena práctica del fútbol.
Del peso y cosido de los balones de fútbol de hace unas décadas, a veces empapados de agua y arena, hemos pasado a los balones livianos e impermeables, mucho más manejables, permitiendo una mejor conexión entre técnica, velocidad y precisión.
La constante mejora del diseño anatómico de las botas de fútbol, cada vez más ligeras y confeccionadas con mejores materiales, de menor peso y engranaje, resultando más cómodas, permitiendo ganar en precisión y velocidad.
Un elemento importante ha sido la utilización del vídeo, lo que ha permitido estudiar a los mejores jugadores hasta la extenuación, obligando a los mismos a reinventarse de manera constante al ser de discernimiento general sus habilidades más habituales.
Asimismo, hay que mencionar la mejor disposición táctica de los equipos, en un proceso acumulativo de conocimientos que cada vez hace más asfixiante la creatividad; el progreso de la condición física; un óptimo control de la alimentación, de las cargas de trabajo y del descanso; equipos médicos de gran nivel, fisioterapeutas, nutricionistas, etc.
Con todo, el cambio más relevante tiene que ver con el freno de la violencia en los terrenos de juego. Atendiendo a épocas y a determinados países, hasta los años ochenta el fútbol tenía un ingrediente violento de alto nivel que habría impedido que jugadores como Iniesta, Xavi, Isco, Ansu Fati, Rodrigo, Isak, Dybala -por nombrar solo a algunos- hubiesen llegado a ser profesionales del fútbol.
La presencia cada vez más cercana de la televisión ha ido cercenando conductas violentas e intimidatorias, pues las innumerables cámaras que cubren los eventos, captan hasta la más mínima desconsideración o agresión, nada que ver con los planos alejados de antaño que permitían cotos de caza, mientras el árbitro quitaba hierro al asunto, a no ser que hubiese sangre o fracturas.
Asimismo, los patrocinadores han incidido en la mejora de un reglamento que protege a los futbolistas como elemento de inversión. En Europa Occidental, mayoritariamente y salvo excepciones puntuales, la transformación del fútbol ha sido estructural y social, con una maniobra insistente que ha mutado la representación de la tribu hacia un pícnic familiar, aspecto fundamental para un crecimiento de negocio exponencial.
En definitiva, un fútbol cada vez más profesionalizado y exigente, que por una parte facilita el desarrollo de las cualidades de los futbolistas, pero que con el avance de todas las disciplinas y materias, pone en mayor grado de igualdad a los jugadores.
La apuesta inicial no es compleja, pues parece poco discutible que los aspirantes al trono de mejor jugador de la historia, son cuatro: Pelé, Cruyff, Maradona y Messi.
No quiero restar méritos a los Di Stefano, Kubala, Zidane, Ronaldo Nazário, Romário, Ronaldinho, Cristiano Ronaldo, Benzema, etc., grandes jugadores que de manera puntual o por largos períodos han sido los mejores, pero que al margen de comparativas de títulos y éxitos individuales, quedan lejos de la taumaturgia reiterada del póquer de elegidos.
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