Mientras Leo Messi sigue inmerso en su burbuja argentina, pasando eliminatorias, en busca de la tan ansiada Copa América; en el FC Barcelona se estrujan el cerebro para encontrar una solución imposible ante el sudoku económico que tienen encima de la mesa.
Parecería que estamos ante un evidente lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, porque por más que se quiera meter al elefante dentro de la caja de cerillas, para conseguirlo habría que recurrir a alguna varita mágica que permitiese sacar de la chistera una idea brillante que siendo del todo surrealista, no pudiese ser cuestionada legalmente. Sería lo más cercano a cuadrar el círculo. Tampoco se puede descartar una solución magistral, típica de bribones, que contentase a casi todos, una solución prima hermana de la indecencia vivida hace pocas semanas en el desenlace de la Liga.
También podría ocurrir que Leo Messi ni siquiera tuviese que tomar una decisión directa, al ser completamente inviable su alta como jugador en el FC Barcelona. Todos los personajes de la trama están ante un juego de espejos cóncavos y convexos, moviéndose entre deseos ambivalentes, en una especie de esquizofrenia colectiva.
Tebas quiere a Messi en la Liga, pues sin su presencia los contratos que se consigan siempre serán a la baja. De igual manera sabe que de ponerse firme en relación a los límites salariales y por tanto, evitando que Messi siga en el FC Barcelona, ganaría mucha credibilidad ante el resto de equipos españoles, además de contentar al presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, ansioso por ver doblar la cerviz a los tres equipos rebeldes -Real Madrid, FC Barcelona y Juventus- en su intento por crear la Liga Europea.
Laporta ya ha vaciado varios cargadores pero sigue viendo enemigos por todas partes. La boca de su fusil está incandescente y por su cabeza transitan ideas muy locas para sacarse de encima a auténticas medianías que cobran salarios de estrellas, pero el remedio puede que acabe siendo peor que la enfermedad. Puestos a darle un consejo, le diría que no se olvide de una baza: el esperpéntico y fraudulento final de la liga española, que de ser denunciado implicaría la implosión de todo el artificio montado. De hecho, cuando Laporta tomó el cargo de presidente del FC Barcelona, se encontró con el plan a seguir, siendo por tanto ajeno a la aprobación de la solución de emergencia para salvar al fútbol español. A veces no es necesario quitar la espoleta de la granada, pero sí que lo es que te vean con los dedos a punto de arrancarla. Están las aguas tan envenenadas que solo hay que elegir entre morir de sed o reventado por un líquido letal.
Aunque parezca extraño la posición de Leo Messi es la más cómoda y sencilla. Por un lado están sus ganas de seguir, matizadas por un caudal de circunstancias a cual más perniciosa. En primer lugar, no va a tener el equipo competitivo que tanto deseaba, aunque siempre lo ha dicho con la boca pequeña. De haberlo querido de verdad, no habría permitido jugar al lado de algunos inútiles durante bastantes años. Que Messi haya tolerado como compañero de banda a Sergi Roberto es la prueba del nueve de que no piensa en ganar con un gran equipo, sino que ya le vale intentarlo con un equipo de amiguetes. Que ahora le entren las prisas por ganar una nueva Champions resulta decepcionante en comparación al excesivo acomodamiento habido en el seno de una plantilla habituada a la ley del mínimo esfuerzo.
En segundo lugar, Messi no debe olvidar que si bien Laporta alardea de ser su amigo, una cosa son los amigos y otra la cuestión económica y fiscal. Rodeado de expertos financieros, contables y fiscales, lo que Messi no puede permitirse es un nuevo contrato interpretable por la Hacienda Española, porque esta vez la amenaza de cárcel estaría muy cercana al haber sido condenado por la Audiencia de Barcelona en el año 2017.
¿Cree realmente Messi que con los refuerzos que han llegado -el Kun, Depay, Emerson y Eric Garcia- va a ser suficiente para tener un equipo ganador? ¿Cree Messi que sus compañeros, todos con amputaciones en su sueldo estratosférico, con pagarés de dudoso cobro en su cartera, van a rendir más que antes? ¿Cree Messi que con la UEFA en contra de los equipos que han apostado por la Liga Europea, la Champions estará a tiro del FC Barcelona?
Siendo improbable que alguno de los grandes clubs de Europa pueda pagar la ficha de Messi, el argentino debe tener muy clara una cosa: el aficionado del FC Barcelona no le perdonaría que jugase en algún otro club europeo. No ocurriría lo mismo si Messi decidiese emigrar a la MLS (Major League Soccer), la liga americana de los Estados Unidos y Canadá.
Por tanto, si he de darle un consejo a Messi este sería que fichara por algún equipo de la MLS, por ejemplo el Inter de Miami, de David Beckham, donde podría integrarse en la cultura hispana de la ciudad, más grata para su perfil familiar que otras ciudades de los Estados Unidos. Si bien su ficha nunca llegaría a ser la que tenía en el FC Barcelona, los contratos publicitarios que se derivarían de su decisión, superarían las cifras globales que percibe jugando en Europa.
La presencia de un Messi con treinta y cuatro años, con un alto rendimiento, desplazaría una gran masa de aficionados europeos y del resto del mundo hacia las plataformas que ofreciesen la MLS, por el placer de ver jugar al mejor futbolista del planeta. El reto ansiado por los yanquis se haría realidad: conseguir que los ojos del mundo viesen los partidos en los que participase un Messi en plena forma, con la tormenta de dólares y el prestigio que eso implicaría.
De
tomar esta decisión Messi no resultaría perjudicado pensando en el Mundial de
Qatar 2022. Más bien todo lo contrario, pues iría más descansado al jugar
partidos menos exigentes a pesar del buen nivel actual de la MLS, y no tendría
que cruzar el Atlántico para jugar con Argentina. La referencia de Zlatan Ibrahimovic
le puede resultar muy útil: jugó casi dos años en Los Angeles Galaxy, pasando
luego al AC Milan con treinta y siete años, jugando al máximo nivel.
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