domingo, 6 de diciembre de 2020

FÚTBOL ROMANO ( I )

Hace unos años, por motivos profesionales, tuve la ocasión de conocer a uno de los futbolistas españoles, Eleuterio Santos, que en la década de los 60, jugando con el Real Zaragoza, fue esencial en una de las delanteras más formidables del fútbol español en toda su historia: los cinco magníficos.

Con ellos, el Real Zaragoza alcanzó a jugar cuatro finales de la Copa del Generalísimo -las de 1963, 1964, 1965 y 1966-, ganando dos de ellas; dos finales de la Copa de Ferias -1964 y 1966-, ganando una; y una semifinal de la Recopa de Europa, en 1965. Unos años extraordinarios que dieron los primeros títulos para el equipo aragonés.

Fue al poco de empezar la conversación cuando me dijo su nombre y apellido. Al escucharlos le comenté:

-Se llama usted como uno de los cinco magníficos del Real Zaragoza de los años 60.

-¡Es que soy yo! –asintió con firmeza.

Eleuterio Santos se mostró muy amable y predispuesto a hablar de sus años como futbolista, comentando que estaba en Barcelona para colaborar en una actividad altruista, junto al Mag Andreu, para niños enfermos de cáncer.

Fue una grata sorpresa. Comentamos diferentes aspectos del fútbol hasta llegar a una cuestión decisiva:

-¿Tuvo usted alguna lesión grave en su carrera futbolística?

La respuesta me supuso un aluvión de malas sensaciones:

-Solo me lesioné una vez y fue en un entrenamiento con el Real Zaragoza. Pedro de Felipe estaba sin equipo y pidió permiso para entrenar con nosotros, para mantenerse en forma. Me rompió la rodilla.

Pedro de Felipe fue un futbolista del Real Madrid, llamado el chino, por los rasgos orientales de sus ojos. Perteneció a la llamada generación yeyé y su mayor contribución al fútbol hispano fue replicar la filosofía cochinera que expresa que solo debes dejar pasar al jugador o a la pelota, nunca jamás ambas cosas. Este planteamiento simple y efectivo, cosifica al jugador, lo reduce a un nivel infrahumano, de manera que una vez aceptada la premisa ya se le podía tratar del modo que fuese necesario para conseguir la victoria.

Era otro fútbol, un deporte que en demasiadas ocasiones tenía connotaciones con el circo romano, con graves lesiones acaecidas por una permisividad violenta que enardecía a los jugadores y a la grada. No negaré que como espectáculo tenía un nivel de adrenalina superior, pero demasiados buenos jugadores se pasaban más tiempo en el hospital y en la recuperación que en el campo.

Aunque suene increíble, una semana después de este encuentro con Yeyo Santos, tuve una reunión profesional con un nuevo cliente. Al pedirle su carnet de identidad para formalizar una inversión, al ver su apellido recordé la conversación con Santos. La coincidencia me pareció curiosa sin más, aunque faltaba el gran impacto.

-Tiene usted el mismo apellido que un jugador del Real Madrid de los años 60.

Sin inmutarse me contestó:

-Es mi padre.

Me removí en la silla, mordiéndome la lengua para no decir nada que pudiese incomodarlo. No obstante, finalmente dije en un tono cordial:

-Su padre repartía mucha cera…

Simplemente sonrió, asintiendo levemente con la cabeza. No insistí más en el tema.

Eleuterio Santos me expresó que nunca recibió ni una llamada de Pedro de Felipe interesándose por su recuperación. Me costaba creer que eso fuese cierto. Ante mi extrañeza incidió en la cuestión comentando que en alguna gala organizada por la Real Federación Española de Fútbol, en las que se invitaba a jugadores y a futbolistas retirados, coincidió en alguna con Pedro de Felipe, y este nunca se acercó ni siquiera para disculparse, o alegrarse de su recuperación.

 

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