miércoles, 28 de octubre de 2020

EL AGUJERO NEGRO (II)

Para que un agujero negro se apodere de una galaxia deportiva, dejando de emitir luz para abducirla sin remisión, tienen que darse un mínimo de dos premisas: dejar marchar a un jugador clave y empecinarse en otorgar su posición a un satélite perdido en su órbita.

Esto es lo que ha ocurrido en el FC Barcelona, con la marcha de Dani Alves y que su lugar lo haya ocupado Sergi Roberto.

La marcha de Dani Alves fue un grave error, aunque ya tuviese treinta y tres años. Con su salida se perdió carácter, intensidad, salida de balón, la resolución de situaciones complicadas, y capacidad de asociación con Leo Messi. Nunca tenía que haberse aceptado esta pérdida sin antes no tener a un lateral de un nivel aproximado al de Alves, algo difícil ciertamente. Por el contrario, lo que ocurrió es que el puesto de lateral derecho se degradó a extremos impropios de un club que quiere dominar el fútbol mundial.

El demérito le corresponde a Luís Enrique, un buen técnico que llevó al Barça a lo más alto, eso sí, con un plantel excepcional; pero que a veces tiene ataques de entrenador, como la aciaga noche en Turín, poniendo a Mathieu de lateral izquierdo.

Presupongo que pensó que tal vez podría hacer de Sergi Roberto un buen lateral derecho, valorando su correcto toque de balón y su capacidad de carrilero, además de atribuirle un nivel intelectual que nunca viene mal pero que no es lo más necesario para jugar al fútbol.

La idea comenzó a desarrollarse como una manera de dar descanso a Dani Alves, jugando partidos menos exigentes y rodándose en la posición de lateral derecho. La mayoría le rió la ocurrencia y Luís Enrique se puso un entorchado de mucho valor en el Barça: subir a gente de la cantera que se consolide en el primer equipo.

 

Sergi Roberto que empezó siendo un mediocampista que no jugaba más que partidos residuales y que estuvo a punto de ser traspasado, encontró en la generosidad de Luís Enrique una oportunidad de jugar en el lateral derecho, quizás como recompensa por su laboriosidad y disciplina, después de haberlo tenido en el Barça B y haber conseguido el ascenso.

La llegada de Nelson Semedo para disputarle el puesto de lateral derecho en la temporada 2017-2018 fue esperanzadora,  aunque en ningún momento se le otorgó la confianza necesaria en el puesto, a pesar de ser mucho mejor defensivamente que Sergi Roberto, más profundo y rápido  en ataque, aunque con menor capacidad a la hora de jugar el balón desde atrás. Podría haber sido el nuevo Abidal, pero se perdió la oportunidad.

El Principio de Peter reza que en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia. Aplicado al fútbol esto es lo que durante más de cinco años ha ocurrido con Sergi Roberto, un jugador gris y anodino, que sabe mejor que nadie que no debería estar ahí. Son muchos los partidos trascendentes en los que su expresión denota el estrés que conlleva su situación.

No es su culpa, sino de los incompetentes que lo han mantenido en una labor para la que no está preparado. Desde Luís Enrique, pasando por Valverde, hasta llegar al infausto Quique Setién, ninguno ha sido capaz de darse cuenta de la inutilidad de este jugador, absolutamente previsible en su prudencia y miedo al contacto físico. No es rápido ni intenso, no va bien por alto, huye de lo complejo, no es duro ni tiene regate, no chuta desde fuera del área, y es temeroso en todo lo que signifique fragor o la posibilidad de que un pelotazo le toque la cara o las partes blandas.

Su expresión corporal es la de un chico que un día en vez de hacer de monaguillo en la iglesia juega de defensa en un partido de fútbol: girando la cara a cada amago de chut, siempre detrás del contrario, dejándole un metro para que piense y haga lo que quiera.

Le reconozco algunos méritos, el principal el de ser capaz de llegar hasta donde ha llegado sin tener cualidades para ello. Le admito una alta profesionalidad y disciplina, tanto táctica como dentro del vestuario, además de comportarse de manera deportiva y respetuosa.

Me resulta curioso observar como la prensa catalana siempre le salva de los naufragios, incluso le eleva a menudo a los altares a pesar de no haber hecho casi nada en el campo. No quiero pensar mal, pero me resulta del todo indescifrable.

Sergi Roberto ocupa tácticamente bien los espacios, tiene un buen toque de balón y entiende el juego de posiciones, pero esto vale poco si no va acompañado de carácter, valentía, eficacia y exigencia ganadora.

Sergi Roberto solo puede jugar de carrilero en el medio campo, de suplente, y siempre que el partido sea de idas y venidas. Más allá de eso, es un objeto inane que ha tenido el privilegio de jugar en la misma banda que Leo Messi, año tras año, sin que el astro argentino haya levantado la voz para exigir otro comparsa.

Que los que fueron grandes jugadores del FC Barcelona hayan tolerado este sacrilegio deportivo solo puedo explicarse desde la siguiente afirmación: se puede ser un gran jugador y no entender de fútbol.

Solo cabe esperar que, por fin, Ronald Koeman, un entrenador que no le debe nada a nadie, extirpe de una vez este cáncer deportivo. El FC Barcelona pasa un momento delicado a todos los niveles, pero si sus técnicos actuales quieren empezar a resolver problemas, la primera acción ha de ser imponer la suplencia a Sergi Roberto. Un suplente de lujo, atendiendo a su ficha.

 

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