martes, 26 de septiembre de 2023

MACHOS ALFA Y MUJERCITAS

El fútbol femenino tiene más años de historia de lo que la mayoría conocemos. Cierto es que durante décadas fue una actividad deportiva de muy pocas practicantes, pero hay que reconocer que se han sobrepuesto a una serie de clichés muy marcados, especialmente en España.

Hace más de dos décadas, recuerdo haber visto por televisión unos pocos minutos de algún partido y la impresión que tuve fue la de que era una representación sin ningún atributo. Era evidente que se intentaba arrastrar a niñas y a chicas a la práctica del fútbol, pero la misión se antojaba complicada. No obstante, el camino que antes recorrieron en los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, etc. sirvió de estela.

A partir del año 2000, con la fusión de equipos que habían desbrozado mucha maleza, y con la incorporación de nuevos clubs que tenían su entidad matriz en grandes equipos nacionales, se dio un impulso al fútbol femenino en España.

Desde el año 2010 el exitoso modelo aplicado en el FC Barcelona en todas sus divisiones de fútbol, se aplicó de manera rigurosa al fútbol femenino, hasta desembocar en los últimos cuatro años en una supremacía estatal apabullante, compitiendo de manera muy eficiente en Europa, habiendo conseguido dos Women´s Champions League.

Resulta evidente que un fútbol bien estructurado, donde la posesión del balón es de por sí una convicción instaurada a fuego, con todo el ballet táctico funcionando como un reloj, habiendo elegido a jugadoras de buen pie y recogido el trabajo aplicado con niñas desde muy corta edad, tenía que dar sus resultados. Entiendo además, que este modelo de fútbol se beneficia por una menor presión de las rivales a la hora de querer recuperar el balón, muy inferior en intensidad a la que se practica en el fútbol masculino, lo que auspicia al FCB femenino un presente y futuro brillantes.

En la primera temporada de gran éxito, la 2020-2021, ganando Liga, Copa y Champions bajo la batuta de Lluís Cortés, dos días después de haber ganado el título europeo, la plantilla de jugadoras del FCB contactó con Joan Laporta, para exigir el cese del entrenador. Nunca se dieron a conocer las razones, más allá de las explicaciones nada convincentes dadas por el entrenador al comunicar su dimisión.

Dos años después, junio de 2023, quince jugadoras de la Selección Española comunicaron su renuncia al equipo nacional sino se producían los cambios del entrenador Jorge Vilda, y de su cuerpo técnico. Una vez más, el núcleo mayoritario de jugadoras pertenecientes al FCB, respaldado por otras nueve jugadoras pertenecientes a otros clubs, volvía a las andadas.

Desde entonces, los acontecimientos han ido ocurriendo a toda velocidad y con gran estruendo. En primer lugar, la RFEF se mantuvo firme, consiguiendo ganar el pulso, hasta el punto que doce de las quince aceptaron volver a la SE, en un acuerdo pactado que en realidad fue una rendición en toda regla. Después, de manera sorpresiva y merecida, aprovechando el corpus y la aureola de las jugadoras del FCB, España ganó la final del Mundial.

En este punto, el presidente de la RFEF Luis Rubiales, un hombre que desde hacía meses estaba en el punto de mira de muchos francotiradores por sus comportamientos inaceptables, más propios de un chulo de barra americana que de un dirigente, un paleto ilustrado como pocas veces se ha visto, después de haber sorteado tantos abismos, cuando el cielo refrendaba su labor con un Mundial inesperado, drogado por tanta euforia súbita, perdió todo el control y ejerció de energúmeno en toda la extensión de su significado, encadenando acciones groseras sin el más mínimo atisbo de cordura.

Lo más chocante de todo eso fue que pasó casi inadvertido a los medios de comunicación, sin darse mayor trascendencia a unos impulsos más propios de un gorila, pero que atendiendo al momento de júbilo, todos y cada uno de los espectadores podían más o menos justificarlos, o pasarlos por alto.

Todo iba bien hasta que Echenique bajó el pulgar y encendió la hoguera que iba a servir de pira a Rubiales. He de decir que yo mismo habría encendido -en sentido literario- la leña seca para que un parásito semejante crepitase hasta convertirse en cenizas, pero no por lo sucedido en Sidney, sino por otros episodios mucho más graves acaecidos a lo largo de su gestión.

Lo ocurrido desde la publicación del tweet de Echenique ha sido un ejercicio de manipulación de tal calibre, que el linchamiento a Rubiales roza lo obsceno. Se le acusa de abuso sexual cuando la afectada y las jugadoras jalearon de un modo u otro esta acción, asumiéndola sin mayor importancia y bromeando al respecto. Solo a partir de los intereses políticos activados por el podemita se dio el toque de corneta para ir a por Rubiales.

Este pobre hombre, en la cúspide de sus sueños, cuando tenía todo en su mano, se pegó un tiro en la cabezota, arrastrando con su acción a toda una banda de personajes emboscados en la RFEF, con unos sueldos escandalosos, y que ahora muchos de ellos tendrán que rebajar sus expectativas de vida por las majaderías de un cretino de Móstoles.

Y así, con el viento a favor de un feminismo rampante que podrá vencer a medio plazo, pero que no convencerá, las jugadoras de la SE han tomado cumplida venganza de todos aquellos que en algún momento han ofendido su condición de mujeres. Ahora, además, extremando la parte sensible y con el llanto fácil como recurso adicional para conseguir sus objetivos -que no son otros que aprovechar la pleamar para exigir emolumentos y prebendas que en modo alguno merecen, atendiendo a los ingresos que generan-, se están posicionando para el gran asalto.

Para terminar, haré mi valoración respecto del fútbol femenino como espectáculo. He de reconocer que prestando atención a las grandes citas -semifinales y final de la Champions y del Mundial, y poco más-, el nivel de juego mostrado, tanto técnica como tácticamente, es bueno, aunque no deja de ser un sucedáneo. Le faltan ingredientes que dan sabor: intensidad, energía, rapidez, velocidad, potencia, agresividad, dureza, intimidación, etc. Ver a algunas porteras, incluso en los mejores equipos, da un poco de grima, por no hablar de la indolencia en los saques de esquina y centros al área. Es un fútbol limpio, inocente, naíf, con pocas faltas. No es que eso sea malo en sí mismo, pero no deja de ser música ambiental cuando a mí me gusta el rock.

En definitiva, si aceptamos que el mejor equipo femenino sería goleado por equipos masculinos de categoría terciaría, está dicho todo. Puedo entender que muchas niñas y mujeres se sientan identificadas con jugadoras famosas y que sientan por ello un mayor deseo por acudir a un campo de fútbol, pero para un buen aficionado al fútbol, el fútbol femenino no deja de ser una alternativa poco estimulante, más allá de determinados partidos y rivalidades.

Por si alguien quiere encasillarme en alguna categoría machista, solo diré que si por mí fuese, daría a las mujeres la oportunidad de dirigir la política de todos los países del mundo, pues estoy convencido que no cometerían, no al menos con tanta frecuencia, las tropelías, matanzas y demás desastres que se han cometido bajo los auspicios de los machos alfa de turno.

 

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