viernes, 6 de enero de 2023

UNA COPA Y UN CAFÉ

Lo observado en los últimos tiempos le había producido una extraña sensación en la manera que percibía el fútbol de élite. Aquella ilusión y seguimiento incuestionado de su club favorito de siempre, incomparable sensación de compañía y agradable distracción que le había acompañado toda su vida, había dado lugar a otro tipo de planteamiento, cercano al hastío, inimaginable tan sólo cuatro años antes.

Durante este tiempo, había incorporado un aprendizaje de nuevo cuño, que en cierta medida implicaba seguir y analizar los resultados de las competiciones de otro modo, sin ningún entusiasmo, en el cual destacaba una percepción teñida de escepticismo y estupefacción.

El desarrollo de la pasada Copa Mundial en Catar, de manera muy ilustrativa, le había mostrado que la probabilidad de que estuviese en buena parte amañado a la carta, a favor de la selección argentina, era muy plausible, para nada algo estrambótico.

Las decisiones arbitrales en relación a los penaltis pitados a favor de Argentina, en las rondas eliminatorias, allanándole el terreno por si acaso, así como el nada transparente uso del VAR en relación a la arbitraria amonestación y uso de tarjetas, baste mencionar el furioso balonazo del jugador argentino contra el banquillo neerlandés, se antojaban claramente inverosímiles a sus ojos. Las suspicacias no aparecían de la nada, sin duda. Y venían de lejos.

A nivel más general, parecería como si se hubiera entrado de lleno en una nueva época de simulacro audiovisual con el espectáculo como finalidad máxima, sin parangón en la historia. La globalización, devenida ya el modo de producción y distracción del globalismo occidental imperial, se mostraba al mundo con todas sus credenciales.

Mientras le daba vueltas a lo acontecido en Catar, el campeonato liguero había vuelto en medio de las fiestas navideñas. Mientras deambulaba por las calles ajetreadas de la urbe en la que residía, encontraba un fugaz placer introduciéndose en las cafeterías en las que aún se podía encontrar prensa escrita, deportiva, algo que le seguía brindando un cotidiano brevísimo placer, a pesar que, a raíz del pánico hipocondríaco de naturaleza covidiana, se había vuelto más complicado de llevar a cabo, no fuera que el virus estuviera latentemente incrustado en las hojas del periódico recién impreso al amanecer.

En medio de aquellos vaivenes, suspicacias y sensación de hartazgo, se regocijaba saboreando el delicioso café, dándose cuenta que, gracias a la eliminatoria de los dieciseisavos de final del campeonato de Copa, en la que su equipo de antaño estuvo cerca, por momentos, de ser apeado, que de manera fugaz había recordado, periódico de papel en mano, la gracia y atractivo del factor sorpresa, el mayor de los placeres que el deporte podía llegar a dar a cualquier seguidor del deporte que se preciara. El hat trick del joven Soldevila quizás no había sido tan en vano como podría, a priori, parecer.

Bienvenida Copa de su Majestad el Rey, pensó burlonamente, mientras apuraba el último sorbo del exquisito café.

 

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