El hecho de trabajar cara al público implica, como rol laboral, anticipar las posibles opciones de interacción que se van a dar. Significa, básicamente, llevar a cabo el intento de aplicar al instante las técnicas, y maneras, del arte de la hospitalidad a través de la curiosidad. Algo tan directo como, de buenas a primeras, saber orientar, a buen puerto, la situación de bienvenida que se deberá afrontar.
En este sentido, y sobre todo si el interlocutor es hombre, el bagaje adquirido gracias al interés adquirido sobre del deporte, facilita, y mucho, el inicio de la conversación a afrontar.
Es entonces cuando se materializa, según el contexto, la gran ventaja que le brinda a uno el hecho de haber sido introducido en la pasión por el deporte y su seguimiento a muy temprana edad, si bien, a día de hoy, el obsceno espectáculo-simulacro al que estamos asistiendo le haya echado a uno, irremediablemente, hacia atrás.
Aun así, la memoria es la que es y, en el contexto mencionado, el monótono proceder laboral puede llevar a que, el simple acto de revisar un pasaporte, brinde opciones de interrogación balompédica.
Sin ir muy lejos, y a modo de ejemplo, a cualquier cliente búlgaro que se le mencione la figura de Stoichkov, indiscutiblemente la figura más global que haya brindado el fútbol búlgaro hasta la fecha, tal hecho será interpretado con simpatía, si bien es verdad que la figura del ex-futbolista del Barça despierta pasiones encontradas también entre sus paisanos.
O qué decir cuando, de repente, al revisar un pasaporte, se certifica que el origen es la ciudad de Salónica: “¿Aris o PAOK, bienvenido a la ciudad”? No se habla mucho por estas latitudes de este derby, pero las pasiones y la rivalidad que supura son alucinantes.
Algo muy curioso radica en el hecho de que, cuanto más pequeño o humilde es el equipo que se menciona, más efusiva y agradecida es la reacción del cliente con el que se va a tratar. Si bien de todo ello no se suele informar en los periódicos y televisiones monotemáticas del establishment, que dan vueltas al redil obsesiva y enfermizamente sobre los mismos clubes y celebridades a diario, el cliente futbolero de, pongamos por caso, Burdeos, Cartagena, Setúbal, Quito, Ipswich o Belgrado, muestra entusiasmo al simple hecho de nombrar al club se su ciudad, dado que mediáticamente son clubes ninguneados, que parecen no existi, pero que dan significación a muchas ciudades y provincias que no son noticia pero que brindan un sentido de pertenencia muy interesante.
¿Quién recuerda, a día de hoy, al Malinas de los 80’s? Quién haría mención, por ejemplo, a la grata sorpresa que significó, en 2002, el Leverkusen de Klaus Topmöller? O el mítico Villareal, de Forlán y Riquelme, bajo la batuta del ingeniero Manuel Pellegrini, allá por 2006?
Entre la infinidad de situaciones entre las cuales un trabajador multilingüe podrá encontrarse, mencionar al cliente el nombre de un deportista o club originario de su país o ciudad significará que, de bote pronto, a veces, se establece una proximidad que facilitará, y mucho, el rol laboral que se debe llevar a cabo posteriormente. Si bien también las más de las veces el interlocutor se muestra totalmente alejado del tema en cuestión, con lo cual se deberán saber tratar otras temáticas a plantear, o quizás ni sea necesario.
El viaje, la pareja, la familia, el matrimonio, el turismo. Aterrizaje, taxi, la bienvenida al hotel. Hablar sobre fútbol. Varonil, fugaz afinidad.
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