En el artículo publicado en este Blog, bajo el título “Moralidades actuales”, el día 16 de octubre de 2021, se hacía referencia al robo sufrido por la Selección Española de Fútbol en su partido contra Francia, en la final de la Liga de Naciones.
Asimismo, viendo la sumisa aceptación por parte de los dirigentes de la Federación Española de Fútbol, así como la ausencia de críticas por parte del entrenador de la Selección y de los jugadores, en lo que normalmente debería haber sido un valle de lágrimas por haber sido gravemente perjudicados, hacía suponer que una vez más, y en los tiempos actuales más que nunca, se darían alternativas suficientemente gratificantes como para olvidarse del agravio soportado.
En el artículo en cuestión puede leerse: podría ocurrir que la estafa sufrida fuese un pasaporte hacia otra parte, un salvoconducto que evite situaciones más dolorosas que perder una final.
Para la Selección Española no habría habido peor escenario que tener que jugarse la presencia en el Mundial de Qatar en la repesca. Es por ello que a cambio del silencio ostentoso ante el atraco sufrido ante Francia, se puso en manos de España una solución de emergencia con tal de compensar lo ocurrido: el pase directo de España al Mundial.
Viendo la rueda de prensa previa al partido Grecia – España, pudo verse a un Luis Enrique más dicharachero y chisposo de lo habitual, en una actitud excesivamente desinhibida, como si los partidos restantes fuesen un simple compromiso.
Si bien esta sensación no justifica llegar a conclusiones, solo con ver el penalti pitado a favor de España, en el partido contra Grecia, en el minuto 23 de la primera parte, estando el partido empatado a cero, con los locutores de TV1 plenamente sorprendidos ante la absurda decisión arbitral, al mismo tiempo que callados instantes después a pesar de la escandalosa ayuda, era bien sencillo atar cabos: España iría al Mundial de Qatar, sí o sí, porque quedaría primera del grupo.
Cierto es que todavía tenía que jugarse el último partido contra Suecia en el que una derrota podía haber enviado a España a la repesca, pero lo que los suecos no sabían, y a lo mejor se enteran ahora si alguno llega a leer este artículo, es que las cartas estaban marcadas de antemano, y que de haberse dado alguna situación enojosa durante el partido, o más concretamente en su parte final, atendiendo a que hasta los últimos minutos no se decantó del lado de España, desde el VAR se habría encontrado cualquier justificación para que fuese anulada.
Es la gran ventaja que otorga el VAR, pues permite retrotraerse hasta el absurdo con el fin de encontrar los argumentos que permitan crear un relato a medida en el momento más oportuno, del modo más adecuado. Es decir, la asunción de una solución elaborada ante un problema específico.
El auténtico azar en un campo de fútbol está siendo amordazado de un modo deliberado y constante hasta un punto que merece la pena preguntarse si no sería mejor desconectar de tanta farsa. Es un mal endémico que ahora con el VAR pretende revestirse de legitimidad, cuando no es más que la sofisticación del engaño.
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