domingo, 21 de febrero de 2021

LA MÁSCARA NEGRA DEL VAR

Un control estricto de la sociedad limita la libertad, privando al ser humano de lo que le es más valioso. Del mismo modo, un control excesivo de lo que ocurre en un campo de fútbol convierte la dinámica natural del juego y sus consecuencias en un atolladero que sustrae en un alto grado la dimensión del placer al espectador.

El VAR es un nuevo integrante del mundo del fútbol que en su gestión presenta anomalías que de no ser corregidas, van a perjudicar la imagen del fútbol, tanto en su concepción como espectáculo, como por la adulteración de los comportamientos de los futbolistas y las decisiones cada vez más absurdas tomadas por los árbitros.

Con la presencia del VAR se anulan goles que antes de su instauración se daban por válidos, pues ahora muchos son anulados al apreciarse posición de fuera de juego por unos centímetros o milímetros. Cierto es que como compensación se permite que muchas jugadas se finalicen, aunque pueda parecer que en el inicio de las mismas existe fuera de juego, para ser analizadas posteriormente y así evitar lo que podría haber sido una decisión equivocada. Las dos situaciones tienen un elemento perturbador al desembocar en una provisionalidad excesiva que se apodera del juego y del aficionado, afectando a la esencia más profunda del mundo del fútbol: la parte emocional de los espectadores.

Si no se entra a fondo con la disfunción existente lo mejor que podría ocurrir es que el VAR desapareciese de escena, pues se ha llegado a un punto de estupidez en el análisis y sentencia final de muchas jugadas, que ha convertido el fútbol en un simulacro constante de un deporte competitivo, con decisiones de los ojeadores del VAR y comportamientos de los futbolistas que resultan impropios.

Si el gol tiene semejanzas con un orgasmo, en demasiadas ocasiones por la presencia del VAR el placer anhelado resulta menos gratificante por el coitus interruptus que significa celebrar los goles con prudencia, o dejarse llevar por el éxtasis siendo arrancado bruscamente del mismo por una decisión arbitral facilitada por el VAR. En general, los goles ya no se celebran con la misma intensidad pues se sabe que son revisados desde la Sala VOR y es muy frecuente que el festejo grupal de un gol, termine en una frustración que deja anonadado al equipo que sufre la anulación.

Si el fútbol es emoción, con el VAR se ha reducido la misma de un modo inadecuado. Resulta imprescindible realizar un análisis exhaustivo de la actual situación, y valorar los pros y los contras de un modo inteligente. El VAR debería aplicarse en jugadas claras y flagrantes, pero nunca para revisar al microscopio determinados lances que pasan desapercibidos por todos, menos por los que andan escondidos en la Sala VOR eligiendo bajo su cuestionable criterio.

Anular un gol por milímetros es una estupidez que entra de lleno en la sospecha, máxime cuando el impacto en el balón por parte del pasador nunca puede ser determinado con exactitud, con lo que estos milímetros o centímetros que justifican la anulación de un gol, pudieran muy bien ser inexistentes según el manejo de las imágenes.

Creo sinceramente que con la aplicación actual del VAR valdrá menos la pena acercarse a los estadios cuando las autoridades pongan fin al estado de alarma. Es ridículo que un partido competido se decida por un penalti elegido desde la Sala VOR, ya sea por tocar el balón en una mano despegada unos centímetros del cuerpo, o por unos mutuos agarrones en los que tanto se podría pitar falta del atacante como del defensor. Por no incidir en el hecho de que es de ilusos celebrar un gol para que un minuto después este pueda ser anulado, pues se pervierte el motivo esencial de ir a un campo de fútbol al limitar la celebración espontánea y festiva de un gol.

 

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