Después
del confinamiento por el coronavirus, en la continuación de la competición de
la Liga, hemos asistido a la sucesión más surrealista y descarada de decisiones
tomadas desde el VAR, hasta el punto que forzosamente tendrá que haber un antes
y un después, o la tecnología VAR en España será muy cuestionada.
De
manera definitiva se rompió la línea apuntada por el presidente del Comité
Técnico de Árbitros, Carlos Velasco Carballo, cuando dijo que el VAR no debería
analizar jugadas grises. Ha sido un asalto a la honestidad en todas sus
variantes, pintando cada partido de un gris merengue inaudito.
Resulta
imposible asumir que una larga secuencia de jugadas dudosas, siempre se hayan
decantado a favor del Real Madrid, hasta el punto que situaciones prácticamente
idénticas, fueron interpretadas de manera diferente según el equipo al que
pudiesen beneficiar. Se ha entrado en la maniquea situación de rojo o negro, en
la que siempre sale ganando el mismo. Cada jugada, juzgada de manera individual,
es argumentada por los talibanes a sueldo, de un modo maquiavélico. Valga un
ejemplo:
O
bien la jugada es penalti porque como se puede observar, el contacto con el
brazo ha modificado la dirección del balón, o bien no se ha pitado penalti
porque como puede verse, ha sido una acción totalmente involuntaria. Y así, una
vez tras otra, en diferentes situaciones, a lo largo de las últimas once
jornadas de Liga.
Que
un árbitro emboscado en el VAR seleccione unas determinadas jugadas para
analizar, ignorando otras, a su criterio interpretativo, y que en esta
interesada selección se tomen, por parte del árbitro, decisiones que siempre
caen del mismo lado, es la evidencia de una injusticia planeada.
Cuando
la incidencia es absurdamente favorable a un determinado equipo, en una amplia
selección de jugadas, todas altamente dudosas, estamos ante una realidad
palmaria: esto no son errores, esto es cumplir objetivos.
No
me sirve de nada que el mencionado presidente del Cómite Técnico de Árbitros
expresara, el 23 de julio de 2020, que un
acierto manifiesto se convierte en crítica al VAR y lo convertimos en un
escándalo.
Su
afirmación es un claro sofisma, la negación del posible error en cualquier
circunstancia, pues ante una jugada dudosa el árbitro siempre acertará, se pite
una cosa u otra. Cualquier decisión tomada lleva implícita una alta dosis de
veracidad por la dificultad intrínseca de interpretar la incidencia juzgada.
En
definitiva, lo realmente escandaloso es que el conjunto de jugadas dudosas
siempre caiga del mismo lado. Esta es la idea esencial, la denuncia del global
de las decisiones tomadas, no tanto el análisis de una determinada jugada. Es
precisamente por la incerteza que conlleva el análisis de una jugada que el
árbitro está completamente liberado del error, ya que íntimamente es conocedor
del acierto de su decisión, sea la que sea.
Percutir
de manera insistente y desvergonzada en una misma dirección sin que los medios
de comunicación, salvo honrosas excepciones, hayan señalado esta infecta realidad,
es la señal evidente de que cuanto mayor acceso tenemos a la información, más
alejados estamos de la verdad.
Precisamente esto es lo que ha ocurrido en las últimas once jornadas de Liga, en la que la supuesta mejor liga del mundo, ha alcanzado el nivel propio de un país bananero, o de la España de décadas pasadas.
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