miércoles, 17 de junio de 2020

FUERA DE JUEGO ( I )

A lo largo de su historia, el reglamento del fútbol ha sufrido numerosos cambios, especialmente en una de sus reglas más polémicas: el fuera de juego.

Resulta evidente que la regla del fuera de juego es un mal necesario, pues sin ella, el fútbol perdería geometría y belleza, aunque probablemente para llegar a esta conclusión, se tiene que haber alcanzado una cierta fase de compromiso intelectual con el fútbol. Desde la óptica del simple espectador o practicante lúdico, la regla del fuera de juego es más un inconveniente que la solución perfecta que permite que el fútbol competitivo sea una composición estratégica.

No creo pertinente discutir sobre si hay que derogarla o ajustar el fuera de juego, pues desde hace unos años ya se han corregido todos los posibles excesos que limitaban las opciones del equipo atacante. Asimismo, la recurrente tentación de situar una línea, más allá del medio campo, permitiendo que el atacante tenga más libertad de movimientos sin caer en el fuera de juego, sería a mi modo de ver una alternativa de fácil consumo, una conveniencia para simplificar, que eliminaría matices que son necesarios.

En un partido improvisado entre amigos, la regla del fuera de juego debe aparcarse, porque la complejidad de la misma hurtaría el éxtasis de un fútbol festivo y espontáneo. Pero cuando el partido se configura desde la seriedad de la competición, sea esta del nivel que sea, entonces la regla resulta imprescindible para aquilatar la auténtica dimensión del fútbol como juego inteligente.

Es curiosa esta dicotomía de una regla tan fundamental, que se puede obviar o tornarse inevitable, dependiendo del momento y del lugar, de la puesta en escena de un ditirambo o de una disciplina regia.

En la historia del fútbol han sido pocos los equipos que han utilizado de manera habitual y convincente la táctica del fuera de juego. Podemos señalar su inicio, asociado de manera exitosa, con el Estudiantes de la Plata, en los años 60. En Europa fue en los años 70, cuando belgas y holandeses adoptaron una idea que cogió por sorpresa a sus rivales.  No es circunstancial que equipos belgas, como el Brujas y el Anderlecht, alcanzaran sus mayores hitos en la década de los 70. La conclusión es que en un fútbol poco preponderante como el belga, una sustancial aportación táctica defensiva, modificó por momentos la pendiente del tablero.

Otra versión de la aplicación de la táctica del fuera de juego fue la holandesa, con el Ajax y la Selección holandesa a la cabeza. En este caso es innecesario incidir en la revolución táctica global de su fútbol, aunque sí merece la pena resaltar que en estos casos,  la utilización de la táctica del fuera de juego, fue dirigida hacia una idea ofensiva del juego, con una línea de presión muy alta.

No fue hasta finales de la década de los 80 que surgió un equipo dominante a nivel mundial, capaz de escudriñar todos los arcanos del fuera de juego: este fue el Milan de Arrigo Sacchi.

Era un equipo presionante, con grandes jugadores, de una gran capacidad física, además de disciplinado hasta la extenuación a nivel táctico. Fue el 1 de noviembre de 1989 cuando se jugó en el Santiago Bernabéu el partido de vuelta de los octavos de final de la Copa de Europa, Real Madrid – A.C. Milan. En la ida había ganado el Milan, por 2-0 y todo el Bernabéu estaba conjurado para doblegar a un equipo que unos meses antes les había humillado.

Lo que ocurrió fue que el Real Madrid cayó veinticuatro veces en la trampa del fuera de juego y no pudo levantar la eliminatoria. Fue una experiencia traumática, no solo para el Real Madrid y sus aficionados, sino también para el mundo del fútbol, pues el Milan atenazó en noventa minutos la imagen futura del fútbol.

Como consecuencia de la exhibición de bloqueo, la International Board se apresuró a realizar un ligero e importante retoque -uno más- en la regla del fuera de juego:  para que hubiese fuera de juego,  el delantero tendría que estar más avanzado que el último defensa.

De este modo, se habilitaba el estar en línea, facilitando el fútbol de ataque, restando al Milan algunos destellos de efectividad en su estrategia. A nivel popular, a esta norma se la conoció como norma Anti-Milan.


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